Minihistorias
Por ti bajaría a los infiernos y
arrancaría las granadas encarnadas de las mismas manos de la esposa de Hades.
Yo por ti me creería pájaro, más liviano que la brisa, y abriría por ti mis
brazos y daría un paso seguro y firme hacia el vacio, sin temor. Caminaría por
la negra furia de un volcán por ti, por llegar a alcanzarte y susurrarte en el
oído que ojala fueras mía.
***
Largas son las horas que caen
sobre mis hombros, como el polvo dormita sobre los muebles viejos y
abandonados. La escarcha helada y la liviana nieve se agolpan en mis
desgastados huesos, que han viajado tanto que han visto caer las nubes sobre el
suelo y rayos centelleantes subir como deslumbrantes centellas, he presenciado
como el dedo de Dios tocaba el mundo y he sentido tanto odio, temor e ira como
para desencadenar un millón de guerras. He visto un mundo al revés y lo he
visto enderezarse todo de nuevo. Hoy, el día de mi muerte, veré como este, mi
mundo, tan cambiante permanecerá imperturbable cuando yo desaparezca.
***
Gime la tela ante el embravecido viento.
Ruge el agua ansiosa ante la impaciencia del ocena, acallan los negros truenos
los gritos de temor de los hombres. Todo es caótico. Todo es temor. Todo es
supervivencia. Una docena de hombres y mujeres contra toda la fuerza de una
naturaleza colérica e implacable. Luchamos a brazo partido contra una tormenta
que quiere alimentar a los peces con nuestros huesos. Batallamos porque la hora
antes del amanecer siempre es la más oscura.
***
El aire es pegajoso, se pega a
mis extremidades. Siento un escalofrío que me recorre la espalda. Puedo oír un
sonido bajo y ronco, como un gruñido, quizás una risa ahogada. Por el rabillo
del ojo presiento un movimiento, pero al volverme solo hay sombras, que bailan
al compas de una vela. Otra vez ese sonido, esta vez más cerca, está casi a mi
lado. Siento una brisa en mi nuca, que me eriza el vello. No, una brisa no, un
aliento, que se siente cálido y huele a podredumbre. Mis piernas tiemblan por
el miedo, mis manos están empapadas de sudor, y mis dientes castañean ansiosos
en mi boca, pero no soy capaz de moverme. No consigo convencerme a mí mismo de
que el miedo es real. Cuando me decido a huir es demasiado tarde. Unas garras
negras y frías como el acero se ciernen alrededor de mi cuello y siento como la
sangre resbala cálida por mi cuello. Luego la risa resuena en mis oídos y todo
se vuelve negro.
1 suspiros:
Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^