Martes 13
Las calles estaban silenciosas.
Ni un suspiro rozaba el asfalto. Unas pisadas se intuían, a lo lejos,
acercándose apresuradas hasta el punto donde nosotros, meros espectadores,
observamos todo extrañados, quizás algo expectantes. Casi suspiramos al verla, una
muchacha joven, tapada con un manto tan negro como las sombras, oscuros
centinelas de las calles. Es descuidada, tropieza con un pequeño obstáculo y
toca una pared. Aparta su mano con el rostro lleno de terror, pero ya es
demasiado tarde, toda la pared del edificio se ha vuelto de cristal. No,
cristal no, toda la pared del edificio se ha convertido en un enorme espejo,
que se resquebraja y deja caer una lluvia de afiladas agujas sobre la chica,
que se protege con las manos. Ninguna de ellas la daña, ninguna de ellas daña
la nívea piel, solo dejan marcas negras en su piel. Estigmas, tatuajes que
recorren sus brazos y su cara con sinuosas letras...
Entonces se oye un ruido.
Tampoco es un ruido, ni siquiera se pude decir que lo oigamos. LO SENTIMOS.
Algo se acerca, la muchacha parece aterrada, mira en todas direcciones e
intenta retroceder pero algo parece cortarle el paso. Ahora los vemos, ocultos
en la sombra, solo se ven decenas de pupilas amarillentas, clavadas en la
joven. Gatos, decenas de gatos negros, más oscuros que una noche sin estrellas.
Forman un circulo a su alrededor, la acechan desde su umbría posición. Tememos
que la ataquen…desearíamos ayudarla, pero somos menos que espíritus que rondan
a su alrededor, y no podemos parar el impasible avance de los gatos.
Los gatos no la atacan, solo la
observan; sus ambarinos iris escrutan a la joven, pacientemente esperan a que
la joven se vea cubierta de negros tatuajes, de que su piel pierda toda su
blancura, entonces se acercan. La joven intenta retroceder, pero está cada vez
más débil. Los gatos la rodean y la cubren, como un manto negro. Escuchamos
atentamente y esperamos oírla gritar, pero nada sucede, y por un momento un
silencio aterrador zumba en el ambiente. Al fin los gatos se separan y en lugar
de la joven encontramos a otro felino, de ojos grises, humanos, que poco a poco
se vuelven ambarinos.
La mala suerte se ha cobrado su
víctima, los gatos se retiran de las calles, las sombras pierden su profundidad
tenebrosa, y las ventanas se abren tímidamente, como parpadeantes ojos, y de
ella asoman personas de todas las edades.
La maldición del martes 13 ha
terminado.
3 suspiros:
Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^