La leyenda del palacio del hielo
Con esta historía me he salido un poco de mis registros habituales, pero espero que os guste^^Había una vez en un lugar lejano y frío, un reino de hielo y praderas esteparias. En ese reino había un palacio. Era un palacio de torres altas, gigantes transparentes alzándose hasta el cielo al borde de un acantilado. Un lugar entre el mar y el cielo, etéreo, transparente y frío. Los habitantes de este castillo no tenían secretos, eran gente afable que deambulaba de un lado a otro del castillo, deslizándose sobre sus patines, levantando suaves olas de escarcha y crujidos dulces en los suelos de los pasillos.
Como en todos los reinos, había un rey, en este caso una reina. La reina era una joven dulce y aparentemente feliz, que como todos los habitantes de este reino jugaba entre las estatuas de hielo y las traslucidas paredes del castillo. Era una reina feliz para un reino feliz.
Sin embargo, ni siquiera en un mundo tan feliz, todos podían serlo. Nuestra princesa, que tan alegremente correteaba durante el día por los pasillos, por la noche se escapaba de su habitación a hurtadillas y se escabullía hasta el tejado de la más alta de las torres. Desde allí contemplaba la luna, la blanca y hermosa luna, única amante de sus noches de soledad. Era a la luna a quien contaba sus pesares, sus pérdidas y sus añoranzas. Y la luna, paciente y maternal, escuchaba todos los días a la pequeña princesa contarle sus desvelos, y una noche, apenada decidió mandarle a la princesa un compañero. Era un hombre hecho de polvo de estrellas que sólo duraría una noche, pero que, siendo como era hijo de la luna, amaba a aquella princesa tanto como el astro que le había dado la vida. Y durante una sola noche, el hombre hecho de polvo de estrellas y la princesa, fueron amigos, esposos y amantes, deshaciéndose al amanecer el hombre en polvo brillante entre los sedosos cabellos de la princesa.
Aquella noche fue robada, un secreto para todos los habitantes del castillo. Sin embargo pronto ese secreto tan preciadamente guardado fue expuesto. El vientre de la princesa se hinchó mes tras mes a la vista de los habitantes del palacio, hasta que en la novena luna nació una niña. Era una niña preciosa, de cabellos albos como su madre y una piel tan pálida y brillante que parecía estar hecha del más fino de los metales. El corazón de la princesa estaba por una vez rebosante de alegría, la niña era el recuerdo vivo de su gran felicidad y de aquel hombre que tanto había amado por una sola noche.
Tristemente, no todos en el palacio estaban tan gloriosos con el nacimiento de la nueva princesa, y pronto los rumores empezaron a expandirse. Las palabras envenenadas se transmitieron como una llama en la pólvora, hasta que por fin se produjo el estallido. Todos clamaban saber la identidad del padre, no podía haber secretos en un palacio hecho de paredes tranparentes. Nadie creyó a la princesa cuando habló de la luna y del hombre de polvo de estrellas y pronto los fríos ojos de los habitantes invernales, acusaban a la princesa, y las manos, de pronto celosas y anhelantes de poder, buscaban con fiereza su bien más preciado. La princesa huyó, huyó por los pasillos gélidos y amenazantes del palacio, pero allí no había donde esconderse. Al final huyo a su lugar secreto, a la más alta de las torres. No había escapatoria. La multitud se acercaba vociferante, clamando por la niña. La princesa con una última mirada llena de lagrimas hacia la luna, saltó por la ventana.
Entonces la luna, piadosa del cruel destino de la princesa y su vástago, antes de que estas cayeran al gélido mar, las convirtió en estrellas. Miles de pequeñas y brillantes estrellas, como si fueran polvo, que se grabaron en el cielo negro sedoso adornando a la pálida luna. La luna, furiosa con los habitantes del hielo, echó abajo sus altas torres, redujo a polvo fino las paredes de su hermoso palacio y los condenó. Los condeno para siempre, para que no pudieran jamás volver a moverse grácilmente sobre el hielo. Les condenó a vivir en el mar y a ser torpes en la tierra, los convirtió en pájaros incapaces de volar, para que nunca jamás pudieran acercarse a la princesa y su hija, que desde entonces adornan cada noche el cielo como un magnifico camino brillante.
10 suspiros:
Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^