La leyenda del palacio del hielo

miércoles, junio 17, 2009 Laura.S-P 10 Comments

Con esta historía me he salido un poco de mis registros habituales, pero espero que os guste^^

Había una vez en un lugar lejano y frío, un reino de hielo y praderas esteparias. En ese reino había un palacio. Era un palacio de torres altas, gigantes transparentes alzándose hasta el cielo al borde de un acantilado. Un lugar entre el mar y el cielo, etéreo, transparente y frío. Los habitantes de este castillo no tenían secretos, eran gente afable que deambulaba de un lado a otro del castillo, deslizándose sobre sus patines, levantando suaves olas de escarcha y crujidos dulces en los suelos de los pasillos.
Como en todos los reinos, había un rey, en este caso una reina. La reina era una joven dulce y aparentemente feliz, que como todos los habitantes de este reino jugaba entre las estatuas de hielo y las traslucidas paredes del castillo. Era una reina feliz para un reino feliz.
Sin embargo, ni siquiera en un mundo tan feliz, todos podían serlo. Nuestra princesa, que tan alegremente correteaba durante el día por los pasillos, por la noche se escapaba de su habitación a hurtadillas y se escabullía hasta el tejado de la más alta de las torres. Desde allí contemplaba la luna, la blanca y hermosa luna, única amante de sus noches de soledad. Era a la luna a quien contaba sus pesares, sus pérdidas y sus añoranzas. Y la luna, paciente y maternal, escuchaba todos los días a la pequeña princesa contarle sus desvelos, y una noche, apenada decidió mandarle a la princesa un compañero. Era un hombre hecho de polvo de estrellas que sólo duraría una noche, pero que, siendo como era hijo de la luna, amaba a aquella princesa tanto como el astro que le había dado la vida. Y durante una sola noche, el hombre hecho de polvo de estrellas y la princesa, fueron amigos, esposos y amantes, deshaciéndose al amanecer el hombre en polvo brillante entre los sedosos cabellos de la princesa.
Aquella noche fue robada, un secreto para todos los habitantes del castillo. Sin embargo pronto ese secreto tan preciadamente guardado fue expuesto. El vientre de la princesa se hinchó mes tras mes a la vista de los habitantes del palacio, hasta que en la novena luna nació una niña. Era una niña preciosa, de cabellos albos como su madre y una piel tan pálida y brillante que parecía estar hecha del más fino de los metales. El corazón de la princesa estaba por una vez rebosante de alegría, la niña era el recuerdo vivo de su gran felicidad y de aquel hombre que tanto había amado por una sola noche.
Tristemente, no todos en el palacio estaban tan gloriosos con el nacimiento de la nueva princesa, y pronto los rumores empezaron a expandirse. Las palabras envenenadas se transmitieron como una llama en la pólvora, hasta que por fin se produjo el estallido. Todos clamaban saber la identidad del padre, no podía haber secretos en un palacio hecho de paredes tranparentes. Nadie creyó a la princesa cuando habló de la luna y del hombre de polvo de estrellas y pronto los fríos ojos de los habitantes invernales, acusaban a la princesa, y las manos, de pronto celosas y anhelantes de poder, buscaban con fiereza su bien más preciado. La princesa huyó, huyó por los pasillos gélidos y amenazantes del palacio, pero allí no había donde esconderse. Al final huyo a su lugar secreto, a la más alta de las torres. No había escapatoria. La multitud se acercaba vociferante, clamando por la niña. La princesa con una última mirada llena de lagrimas hacia la luna, saltó por la ventana.
Entonces la luna, piadosa del cruel destino de la princesa y su vástago, antes de que estas cayeran al gélido mar, las convirtió en estrellas. Miles de pequeñas y brillantes estrellas, como si fueran polvo, que se grabaron en el cielo negro sedoso adornando a la pálida luna. La luna, furiosa con los habitantes del hielo, echó abajo sus altas torres, redujo a polvo fino las paredes de su hermoso palacio y los condenó. Los condeno para siempre, para que no pudieran jamás volver a moverse grácilmente sobre el hielo. Les condenó a vivir en el mar y a ser torpes en la tierra, los convirtió en pájaros incapaces de volar, para que nunca jamás pudieran acercarse a la princesa y su hija, que desde entonces adornan cada noche el cielo como un magnifico camino brillante.

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La estatua de hielo

miércoles, junio 17, 2009 Laura.S-P 5 Comments

El suelo de mi habitación está frío, lo noto contra mi mejilla. El ambiente es cálido, una noche de principios de verano. Por un momento los coches se silencian en la avenida y observo el techo negro de mi habitación. No puedo dormir, mis pensamientos revolotean como mariposas enjauladas que no me dejan descansar. Mordisqueo la cadena que llevo al cuello para calmar mi inquietud. Me gustaría que desaparecieras por un momento de mis pensamientos, poder descansar esta noche.
Tú, siempre tú. Eres como una estatua de hielo en medio del verano. Si me acerco a ti, eres fresco y dulce, un alivio dentro del abrasante infierno de la ciudad, pero no puedo quedarme a tu lado, no puedo acariciar tu piel congelada, porque me quedaría pegada a ti, sin poder alejarme mientras tu hielo quema mis dedos. Esa es la sensación que tengo, ahora y en todo momento, siempre me alejas, si me acerco me quemo y si me alejo, siempre quiero volver a ese lugar fresco y dulce a tu lado. Querer es un verbo difícil, la añoranza no es un sentimiento fácil y el dolor es amigo de los dos. Y yo te quiero, te añoro y me duelen tus heridas, las que sin pensarlo me infringiste, aquellas que me hacen ese daño dificil de olvidar, facil de curar. Ojala lo entendieras de verdad y por una vez pudieras darme lo que yo más ansío...pero sé que no será así, por que las cosas son lo que son y nunca será de otra manera, lo unico que queda esperar es la dura batalla entre el corazón y la sensatez, que yo observo inmovil sobre el suelo, mientras el mundo detrás de mi ventana vuelve a ser palpitante y ruidoso. Buenas noches

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Un lugar a tu lado

sábado, junio 06, 2009 Laura.S-P 4 Comments

Para Álvaro, por lo que eres para mi
A veces, cuando miro por la ventana y cuento las gotas de lluvia en mi ventana, que son tantas como las horas que llevo sin verte, pienso que te añoro, que si la noche fuera más corta y los días más largos, robaríamos horas a la impávida luna, horas que pasar en el parque, dejando que el sol ilumine tus ojos, tan llenos de secretos como los míos.
No te lo digo tanto como debiera, pero eres especial. En los momentos oscuros, en los que me siento sola, agotada y sin fuerzas, cuando siento que mi lugar en el mundo desaparece, me consuelo y pienso, aún insegura, que al menos tengo un lugar cálido. Ese pequeño lugar donde me refugio cuando todo lo demás falla. El silencio a veces es mi mayor tortura, el tuyo a veces, otras tantas el mío, pero lo respeto porque sé que después de los silencios angustiosos llegaran otros más lentos, más dulces y pacientes que se cuelan entre nosotros y todo lo demás y nos hacen fuertes, nos hacen uno. Y tú me miras con esos ojos, que derrumban todas mis murallas y abres poco a poco los goznes oxidados de mi corazón y lo abres todo para ti y lo acaricias dulcemente, con palabras casi burlonas y susurrantes.
Por todo esto y más quiero estar a tu lado, todo el tiempo que me dejes, y todo el que me gustaría, pero no quiero mirar al futuro, sólo al presente, porque cada minuto a tu lado es el momento más precioso.

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Emily

jueves, junio 04, 2009 Laura.S-P 3 Comments

Ultimamente estoy actualizando mucho, pero es que estoy inspirada y quiero aprovecharlo. Esta historia que voy a colgar es del estilo de la del otro dia que colgue, más en mi vena gore. Esta se la dedico a Laura, que siempre me anda pidiendo alguna de este tipo. For you Lau^^

Amor. A-M-O-R. El amor…Los enamorados…Enamorarse…
Lanzo la enésima bola de papel contra la ventana y rompo el último lápiz que había en la caja. Nada no me sale nada, estoy completamente seca. Hace demasiado calor. Por la ventana no veo más que parejitas haciéndose arrumacos en el césped. No saben lo que es el amor de verdad, y lo peor es que sus gorgoritos y palabrejas cursis no me dejan escribir. En el horizonte el sol se va desvaneciendo en un sinfín de tonos rojizos anaranjados y amarillos. Se oyen algunos “ohs” y “ahs” pero yo lo veo francamente horrendo. Es como si el cielo, el bonito cielo azul, hubiera decidido volverse una mariposa cursi multicolor para que todos esos idiotas la adoraran. En cuanto cae la noche cierro los ojos y dejo que Emily salga.
Emily es mi alter ego.
- “Vaya así que estamos otra vez en dique seco ¿no?”-
- Me temo que si Em –
- ¿Por qué te empeñas en escribir esas cursiladas si no se te da bien?-
- Porque el amor es lo máaaaas bonito del mundo-
- No, y lo sabes, no existe, admítelo-
- Jamás-
- Bueno, no voy a meterme con tu personalidad de princesita-
- Ya sabes que tu eres mi única doble personalidad Em no te piques- gorgojeo
- Ya ,ya – noto que se relaja- ¿y qué vamos a hacer con el dique seco?-
- Estaba pensando en salir a jugar un rato-
- Vaya- ella también se relame ante la perspectiva- eso ya va sonando mejor
Voy silbando hasta el armario, pasando primero por la puerta y comprobando que el cerrojo está bien echado. Luego abro la puerta del armario y rebusco entre la ropa color rosa hasta que encuentro el cajón secreto. Emily da botecitos de satisfacción ante la vista del cajón. La dejo que tome el control un rato. Acaricia la ropa de color negro, los tejidos de cuero y el roce frío y afilado del cuchillo. Está eufórica, se muere de ganas por salir a jugar, pero la contengo un poco mientras me visto minuciosamente asegurándome que ni siquiera un milímetro de piel quede al descubierto. Me sonrío y me guiño el ojo satisfecha en el espejo. Ahora ya podemos salir.
Me escabullo por la puerta de atrás de la residencia, bajo por la escalera de metal sin hacer el mínimo ruido. Soy una sombra glamurosa y minúscula que se mueve por la escalera metálica. Me coloco junto al alfeizar de la ventana e intento no mirar abajo, dejo que Em tome el control, ella siempre ha sido la más ágil de las dos. Se mueve como un gatito ronroneante que espera recibir un trozo de pescado.
Ya estamos en la habituación. Nuestras presas están tan entretenidas rebozándose, comiéndose y repitiéndose una y otra vez lo mucho que les gusta lo que están haciendo y lo mucho que se quieren que ni siquiera se han dado cuenta de que estamos allí. Son una de esas parejitas que se creen que lo saben todo sobre el amor, y parece que tienen el estómago lleno de “te quiero” porque no paran de vomitarlos a todas horas como si les dieran acidez o algo de eso. Emily lucha enfrevecidamente por salir mientras yo le observo empujándose el uno al otro entre gemidos gruñidos e intercambio de jugos. Es un espectáculo tan grotesco como fascinante. Emily me recuerda con voz dulzona la novela que he dejado a medio terminar encima de la mesa y accedo a dejarle el control. Nos embebemos las dos en la tarea. Primero la matamos a ella. Interrumpimos su loca cabalgada para atravesarle el cuchillo por debajo de la oreja. Sin pararnos a disfrutar con el sabor de la sangre que ha empapado nuestros labios nos deshacemos de él. Pobrecillo, apenas se da cuenta, está tan apasionado metiendo y sacando esa cosita dentro de ella que no se ha dado cuenta de nada hasta el último momento, cuando le atravesamos el cerebro a través del ojo. La luna, morbosa compañera, decide darme una vista mejor de mi obra. Hay sangre por todas partes. Gloriosa tinta de amor empapando las paredes de estos profanos y sus múltiples fotos. Acaricio con suavidad sus caras de felicidad congelada. Deberían estarme agradecidos, los he matado en un momento en que los dos se sentían satisfechos y eran felices, no muchos son capaces de decir lo mismo. “No saben apreciar nuestra amabilidad” sisea Emily en mi mente, que está saboreando el regusto férreo de la sangre. Odio que haga eso, yo adoro el color la textura y los dibujos que crea la sangre fresca, pero su sabor me repugna, es tan vulgar como chupar un tornillo. Emily ríe ante mi comparación, pero no cesa su tarea y yo me dispongo a ayudarla. Primero los separamos con cuidado de no desperdiciar el valioso contenido de esos frascos apestosos y mojados. Luego, tras la seguridad de los guantes, retorcemos la “cosita” del frasco varón hasta arrancársela. Es algo totalmente antiestético, está mucho mejor sin ella convenimos. Luego vamos hacia ella, la sangre de él no nos interesa, demasiadas hormonas, pero ella, ella es hermosa. La sangre gotea por su cuello como una fuente de juventud, en contraste con su piel pálida ante la luna, sus ojos, desenfocados para siempre por el orgasmo, reflejan también la pálida luz de la luna y están ribeteados de un rojo magnífico. Nos ponemos manos a la obra.
En menos de veinte minutos hemos terminado nuestro cometido. Volvemos a poner el cuerpo encima del hombre, que ha impregnado las sabanas con un rojo pardusco un poco vulgar pero que gana cualidades sabiendo cual es el tinte. Es una escena magnífica, los dos amantes abrazados castamente para siempre, sobre un manto sangriento iluminados por la morbosa luna. Siento que la inspiración vuelve poco a poco. Y mientras subo las escaleras dando saltitos me permito tararear un poco. Emily me reprende, debemos ser silenciosas, pero estoy tan feliz, que no puedo evitarlo.
En cuanto llego a la habitación me deshago de la ropa, prendiéndola fuego en la papelera, guardo minuciosamente el cuchillo de vuelta en su escondite, y desnuda, disfrutando de la sangre que sigue pegajosa en mi cara, vierto el preciado contenido de nuestra escapada en un tintero de cristal y mojo la pluma de punta metálica, solo un poquito para no desperdiciar, y garabateo en un rojo perfecto y hermoso en la primera pagina de mi nueva novela:
“El amor era como una bella noche de luna llena entre sabanas rojas”

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Inés&Raúl: Cuando la tempestad estalla (11ª parte)

jueves, junio 04, 2009 Laura.S-P 1 Comments


Inés

El cielo parece partirse en dos ante los rugidos de los truenos. Arrastro las zapatillas empapadas de agua a través de los charcos de la calle. La gente huye y se refugia bajo los tejadillos de las tiendas mientras yo sigo corriendo bajo la lluvia. Me despeja me libera y me limpia. Voy a su portal y llamo insistente al timbre. Nadie contesta, ahora no se qué hacer, he ido hasta allí corriendo, esperando que estuviera en casa, que me abriera la puerta y poder decirle todo. Eva. Ella seguro que sabe dónde está. Me pongo en marcha de nuevo.
***
Eva
Ya no lo aguanto más. Le lanzo el cojín a la cara pero él lo esquiva y me coge de las muñecas. No dice absolutamente nada. Se queda ahí mirándome con pena. Me mira intentando pedirme perdón buscando perdón para sí mismo. Pero yo no le voy a perdonar ni a él ni a mí. Me zafo de sus grilletes y le abofeteo. Ni siquiera intenta defenderse. Vuelve a mirarme con esos ojos azules llenos de culpa y remordimiento. No quiero mirarme en esos ojos y verme como él me ve:
- Así que me dejas y ¿ya está?- las lagrimas empiezan a salir a borbotones de nuevo, él intenta acercarse- ¡No quiero que me toques!- retira la mano pero no se mueve ni dice nada – es por ella ¿no? Eres un estúpido ¡ella no te quiere!- La única estúpida aquí soy yo, por interponerme, por quererle y por muchas otras cosas- Inés no es quien tú crees…ya no es la niña que conociste…-
Me sigue mirando con el gesto imperturbable y los ojos llenos de pena. Sé que no me va a decir nada, va a dejar que le abofetee y que le grite hasta que me canse, así dejaré limpio su honor. Maldito estúpido, no hay nada que puedas hacer ahora, lo sabes, el daño ya está hecho. La has querido a ella desde el principio, no pudiste olvidarla y por eso has vuelto, por ella, por la niña a la que ayudaste en el parque. Vaya dos estúpidos orgullosos. Yo, celosa, me interpuse entre vosotros, pero no ha servido para nada, he acabado con el corazón roto y prácticamente empujándoos a los brazos del otro. Pero no vas a reconocerlo, no reconocerás que has vuelto por ella, ni que la quieres, porque ella te hizo daño aquel día. Esperabas que fuera una niña pulcra y recatada y te encontraste con una belleza caprichosa y malcriada. No eres capaz de darte cuenta por lo que ha pasado y lo mucho que la has cambiado en tan poco tiempo. ¿Por qué no pudiste hacer eso conmigo? ¿Por qué no fui yo a quien rescataste en el parque? ¿Por qué me vas a dejar de nuevo aquí sola, atrapada en mi propia telaraña de falsedades y mentiras? Te has acuclillado a mi lado y me miras con la expresión que se mira a un perrillo abandonado .La ira me hace hervir la sangre:
- ¡¿ES QUE NO VAS A DECIR NADA?!¡¿VAS A QUEDARTE CALLADO COMO SIEMPRE. COBARDE?!- le grito
- Lo siento-
Es lo único que dice y me deja en el suelo gritando y golpeando las paredes, desesperada, despechada y sola:
- Lo siento no es suficiente- logro balbucir entre sollozos, pero él ya no me oye
Estoy sola otra vez. Me quedo tendida en el suelo enmoquetado de mi habitación. Me hago un ovillo y me cierro tanto que me gustaría hacerme cada vez más chiquitita y así desaparecer.
Cuando creo que estoy a punto de desaparecer por una vez llaman a la puerta. Me doy cuenta de que sigo siendo igual que siempre, que el dolor del pecho no ha desaparecido en absoluto y que el frío del suelo me ha entumecido el cuerpo. Me levanto de mala gana y voy hasta la puerta renqueante. Antes de abrir me miro al espejo. Tengo los ojos hinchados y la cara con marcas rojas de haber llorado. Mi pelo está alborotado y en una mejilla tengo la marca de la moqueta. No estoy presentable ni de lejos, pero hago un esfuerzo por sonreír y abro la puerta. La sonrisa se me desvanece en cuanto veo quien está al otro lado. Inés con la ropa empapada y el pelo pegado a la cara por la lluvia respira jadeante al otro lado del quicio, demasiado cansada para articular una frase coherente. Está acalorada por el esfuerzo y en su mejilla se distingue la marca clara de un golpe. También parece que ha estado llorando. Me mira confundida mientras recupera el aliento:
- ¿Está aquí Raúl-
Como no, cenicienta viene corriendo bajo la lluvia para buscar a su príncipe. Me siento tentada a mentirla, a decirle que no quería verla, pero me muerdo el labio, ya son demasiadas mentiras acumuladas:
- Se ha ido…- me mira disgustada
- ¿sabes a donde?-
- No…-
- Bueno…gracias- me dice antes de darse la vuelta para coger el ascensor
- Inés- se da la vuelta y me mira – me ha dejado – clavo las uñas en la puerta para no perder el control – no me quería a mi –
Los ojos de Inés parpadean un momento con sorpresa y luego la puerta del ascensor se vuelve a cerrar antes de que pueda decir nada. En cuanto el ascensor se cierra me hundo detrás de mi puerta y lloro, esta vez tranquila, mientras esta vez las lágrimas se mezclan con la risa que no puede evitar salir ante lo ridículo de la situación. Tanto esfuerzo para acabar dándoles yo el ultimo empujón.
Inés
Le veo. Es una figura encorvada y solitaria que camina bajo la lluvia igual que yo. Le pido un último esfuerzo a mis cansadas piernas y le alcanzo.

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Espejismos

miércoles, junio 03, 2009 Laura.S-P 5 Comments

Es un día como otro cualquiera. Me levanto y desayuno con mis padres. Tostadas casi quemadas con mermelada de frambuesa. Cuando salgo a la calle me saluda la brisa primaveral llena de aroma de jazmín, amapolas y fresías. Hoy también hace sol. Mis padres dicen que somos muy privilegiados de poder vivir aquí en un lugar donde todo es tan bonito y nunca hay problemas. Veo a mis amigas esperándome al final de la esquina, saludándome con la mano, tan alegres como yo. Entonces veo al perro. Es un simple pastor alemán descansando sobre la hierba fresca, pero la forma de sus ojos, pequeños rojizos y ligeramente malvados hace que me estremezca. Hay algo que no encaja. Me miro las manos y como en un pestañeo veo que no son las mías. Si son mis manos pero no estas manos. Son unas manos llagadas por el esfuerzo, por la guerra, las batallas…de pronto el paisaje idílico a mi alrededor se vuelve rojizo y mortecino. Mis amigas, las casas, los aromas, todo lo que parecía completamente normal se va diluyendo lentamente. Hasta que queda una llanura, una llanura basta y rojiza, amenazada por nubes verdes brillantes, que se acercan a toda velocidad como un mal presagio del que no puedes escapar. Veo como se acercan y entiendo todo. No soy ninguna niña que va al colegio, no existe tal colegio, ese mundo no existe. Yo conozco esas nubes. Esas nubes radiactivas, venenosas y terribles que destrozaron mi mundo. No era como el mundo ideal que acaba de desvanecerse, pero era mi mundo.
Esas nubes los destrozaron todo, las casas, los coches, la tierra e incluso a los seres. Muchos humanos murieron, otros muchos quedaron lisiados, y otros, si esos otros a los que ahora sé que pertenezco quedaron marcados, parias para siempre. La toxicidad se coló en nuestra sangre como un mata ratas infalibles que nos hizo dioses malditos en un mundo de plebeyos. Veo al perro de nuevo, sigue ahí pero está cambiando lentamente. Crece y se transforma. Se convierte en la criatura que aterroriza mi mundo mutilado, un neig. Un ser entre hombre y bestia que asola todo lo que toca y al que solo le mantiene vivo la sed de sangre. Se lanza sobre mi indefenso cuerpo que ha quedado en la arena roja mientras la cruenta batalla se desarrolla. Es el momento de mi muerte y lo acepto al sentir la cruel y metálica mordedura del neig en mi cuello. Todo se vuelve de un color verde brillante y luego se apaga con un chasquido sordo.
Pi
Pip
Pippip
Pipipipipipipipip
El sonido es molesto. Un pitido que se clava en mis oídos. Intento moverme pero no puedo. Mis parpados son demasiado pesados, se resisten a abrirse y salir de la oscuridad. Al principio la luz me atraviesa las pupilas. Es una luz verde brillante. Poco a poco me voy acostumbrando y observo entre nebulosas brillantes la habitación. Hay muchos cables, muchas pantallas, muchas maquinas. No sé donde estoy. Mi espalda se queja por el roce frío del metal sobre la piel. De un tirón me suelto de los cables que me aprisionan. Miro mis manos. Están perfectas, ni rastro de nada lo anterior. Me encuentro con mi reflejo en una de las pantallas. Mis ojos ya no están quemados por la radiación, ni son violetas, vuelven a ser del mismo marrón pardusco de siempre. Miro la pantalla más grande. Toco algunas teclas y veo imágenes de científicos enganchando cables a todo mi cuerpo, a mi cabeza y enganchándome a la gran pantalla. Veo lo que han hecho conmigo. Han jugado conmigo, con mi cerebro desde que era apenas una niña. Todo lo que he vivido no ha sido nada más que una ilusión, nada es real. Veo a otra chica en una camilla junto a la mía. La conozco también estaba en mi sueño, pero ella sigue dormida. Oigo voces que vienen por el pasillo. Reconozco el sonido de las armas y las voces alarmadas. Arranco un trozo de metal afilado y corto los cables de la chica, luego salgo al pasillo y me enfrento al destino. Uno sangriento, en la que mis manos psicópatas desgarran cuellos con el acero, mis dientes muerden lo que encuentran por delante en una lucha fiera y maniaca hacia la libertad. Él es el último. Es él quien me conectó. Retrocede con el terror escrito en el rostro. No hay nadie que le proteja y no habrá misericordia para él como no la hubo para los otros. Le retuerzo el cuello con mis propias manos. Mi mente grita jubilosa ante el crujido de la rotura. Ya no queda nadie. Camino hacia la puerta a trompicones, marcando el camino con la sangre que mana como una fuente de mis heridas. Noto la calidez del sol un segundo en mi piel, la frescura del viento entre mi pelo y entonces todo se vuelve negro. Para no volver a despertar. Mi último pensamiento es para la chica de la camilla, espero que ella alcance la libertad. Mi última sonrisa se dibujo en el suelo con la sangre.

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Inés&Raúl: Viejos conocidos(10ª parte)

martes, junio 02, 2009 Laura.S-P 3 Comments

- Vaya, no esperaba verte por aquí-
- Yo tampoco, no sabía que vivieras por aquí-
- Ya ves, yo jugaba aquí de pequeña – le sonrío sin ganas
- Es un parque muy bonito –
- Me trae muchos recuerdos –
Hundo la barbilla entre las rodillas y sigo mirando hacia delante. Se sienta a mi lado y se recuesta sobre el respaldo del banco, siento sus ojos pegados en mi nuca, pero no sé que decir. Al final habla él, lo hace con un tono desenfadado:
- Has cambiado de estilo por lo que veo-
- Si, cosas que pasan- le respondo sin mirarle
- Aún así estás muy guapa-
Ahora si que le miro. Esta sonriendo. Me mira como si fuera mi amigo, como si yo nunca le hubiera hecho daño, como si yo nunca hubiera jugado con él, me dan ganas de llorar, pero no lo hago, por que se compadecería de mí y no merezco su compasión. Si solo pudiera hacer algo para volver al pasado y no hacer lo que hice. Es un buen tipo y yo no sé ni como se llama:
- Oye, lo siento pero no me acuerdo de cómo te llamas-
- Me llamo Marcos- me tiende la mano
- Encantada Marcos yo soy Inés- le sonrío
- Vaya, ya era hora de que supiéramos nuestros nombres ¿no crees?
- Pues si, la verdad que si-
Nos quedamos en silencio un rato. No sabemos que más decir. Le miro de reojo. Está mirando hacia el infinito con una sonrisa bobalicona. Está esperando a alguien. Me siento obligada a romper el silencio, a saber más de él:
- Bueno y ¿qué haces por aquí?¿esperas a alguien?- su cara se ilumina con una gran sonrisa
- Si, la verdad es que sí – se sonroja un momento y yo le sonrío alentándole a seguir- la verdad es que estoy esperando a una chica-
- Vaya, me alegro por ti- lo digo sinceramente
- Si, bueno después de nuestro “encuentro” en noviembre, conocí a alguien especial y tal- se pasa la mano por el pelo nervioso- me arriesgue, me lancé y me salió bien- dice guiñándome un ojo-y hoy será la despedida hasta dentro de un tiempo y tal-
- ¿Y habeís quedado aquí?- asiente con la cabeza – más para allá hay un café estupendo, además la camarera es amiga mía – se sonroja y luego empieza a reírse a carcajadas- ¿qué pasa?-
- No, nada, ya he estado allí y si, también conozco a la camarera-
Se oyen como alguien viene corriendo y en seguida aparece por la esquina una chica diminuta. Al principio había pensado que era una niña, tan bajita y con esa ropa tan ancha y estrafalaria que lleva, pero en cuanto veo la cara de Marcos iluminarse sé que es ella. Llega y se queda parada delante nuestro recuperando el aliento y mirándome con curiosidad:
- Hola – se levanta y la da un beso en la mejilla- Olga, esta es Inés una amiga.
- Encantada – le digo sonriendo y ella me sonríe de vuelta y sus ojos grandes y verdes se vuelven chispeantes
- Bueno nos…-
- Si, si marcharos – les digo sonriendo
- Nos vemos- se despide con la mano Marcos

Les veo alejarse aún sentada en el banco del parque. Apenas unos meses y una persona a la que yo había hecho desgraciada de pronto es feliz. Sólo es cuestión de arriesgarse pienso. En el cielo se acumulan las nubes de tormenta y empieza a tronar. Tomo una decisión y empiezo a correr. Las primeras gotas empiezan a caer.

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