La estatua de hielo
Una de mis historias para mis Cuentos del Hielo. Es algo larga y pronto terminaré el primer dibujo. Espero que os guste^^Cuenta la leyenda, que tiempo atrás habÃa un bosque habitado por una hechicera, llamada Iode. El bosque era un lugar inhóspito y agreste y los aldeanos lo temÃan. Nadie se atrevÃa a caminar por sus senderos sin compañÃa. Ni una sola rama era arrancada de sus árboles, ya que los más ancianos sabios advertÃan que el bosque era el corazón de la propia Iode y aquel que se atreviera a dañarlo perecerÃa bajo el poder de su magia.
Eran pocos los que habÃan visto a la hechicera y habÃan vuelto para contarlo. Los testigos comentaban en susurros plagados de temor y admiración que era una mujer muy hermosa: Su cabello era rojizo, llameante como el fuego y su piel pálida como la nieve en primavera. Pero lo más inquietante eran sus ojos, de un verde tan intenso que veÃan a través del alma.
Un dÃa cuando Iode se bañaba en su estanque favorito oyó como una manada de lobos se acercaban aullando. PerseguÃan a un joven que llegó a trompicones al borde del estanque y luego cayó inerte. La hechicera salió del agua y llamó a los lobos. Estos le contaron que el joven estaba mal herido, que huÃa de los suyos y que lo habÃan perseguido hasta el interior del bosque. La hechicera sintió pena del desconocido y con su voluntad flaqueando sostuvo el rostro del hombre entre sus manos. Era un joven muy hermoso y al abrirse sus ojos levemente Iode pudo ver que eran de un color violeta profundo y su corazón se perdió en ellos.
Asà pues la hechicera se apiadó del joven y le llevó a su guarida para cuidar de sus heridas.
Cada dÃa que pasaba el amor de Iode se volvÃa más fuerte y el bosque se llenaba poco a poco de flores y vida. Pero ella sabÃa que cuando sus heridas sanaran debÃa dejarlo marchar.
La despedida fue agridulce ya que el joven declaró que él también la amaba y que volverÃa por ella. AsÃ, Iode guardó esa promesa muy dentro de su corazón.
Pero los años pasaron y el joven no regresó. Iode esperaba cada dÃa, vagando por el bosque desde el amanecer hasta bien cerrada la noche, pero él no llegaba. Las flores empezaron a marchitarse y el bosque entero se llenó de un color rojo anaranjado, un otoño que no parecÃa tener fin.
Un dÃa en el estanque en el que se conocieron, la hechicera, desesperada, hechizó a una paloma blanca y la mando en busca del joven. La hechicera verÃa todo lo que la paloma encontrara desde aquel estanque.
Mas lo que vio no fue lo que la hechicera deseaba. Él ahora vivÃa en una de las aldeas cercanas al bosque, con una mujer y una niña pequeña.
Se habÃa olvidado de ella.
Las aguas se enturbiaron como el corazón de Iode y en aquel momento todo se volvió negro. El despecho se clavó en el corazón de Iode como un cuchillo, sin compasión alguna. Después llegó la ira, abrasadora y enorme. Entonces prendió llamas el primer árbol.
Siete dÃas y siete noches ardió el bosque bajo la ira de la hechicera, tiñendo el cielo de rojo, como la sangre y violeta como el dolor.
Al octavo dÃa, Iode despertó y la ira se habÃa congelado. Se habÃa convertido en sed de venganza. La hechicera caminó por el bosque ennegrecido por el fuego, tramando su venganza.
Su plan se llevó a cabo con total frialdad. Convirtió el bosque en un lugar donde las estaciones no ejercÃan su efecto. Dejó que los aldeanos se acercaran al bosque sin sufrir daño alguno, siempre paciente, esperando que la noticia se extendiera el destino lo llevara hasta sus manos.
El dÃa de la venganza no tardó en llegar. La familia llegó bajo una nieve inclemente y tan pronto cruzó la frontera del bosque, la nieve cesó y pronto encontraron un claro cubierto de hermosas flores primaverales.
Apareciendo como de la nada, una bandada de brillantes mariposas rodeó a la niña. Esta, encantada, corrió de un lado al otro del claro persiguiendo a aquellas coloridas criaturas, y cuando las mariposas se internaron en el bosque la niña las siguió.
Los senderos se hacÃan más oscuros y tenebrosos según la niña se internaba en el bosque. La atmosfera se hacÃa más espesa, el odio lo llenaba todo y la hechicera vigilaba cuidadosamente a su presa mientras esta se encaminaba a su trampa.
Al llegar al centro del bosque, la niña se lo encontró cubierto por una capa de nieve blanca, tan helada como el corazón de la propia Iode.
La hechicera apareció de entre los árboles, temible, con la mirada helada y sedienta de venganza.
Se acercó a la niña que temblaba de miedo y se encogÃa tras su osito de juguete.
Iode, con la mano alzada, dispuesta a acabar con la vida de la niña a cambio de su corazón roto, bajó entonces la mirada y se encontró con la mirada asustada de la pequeña.
Sus ojos eran violetas, del mismo color traslucido que el de sus padres.
Al ver aquellos ojos la hechicera volvió a sentir cariño y compasión en su corazón y dándose cuenta de lo que habÃa estado a punto de hacer a una criatura sin culpa alguna bajó la mano. Pero su ira y su venganza clamaban por sangre.
Desesperada, al sentir que su magia se descontrolaba por las emociones opuestas, y pugnando por no herir a la niña, intentó convertirse a sà misma en una estatua para que su ira no pudiera dañar a nadie jamás.
Sin embargo, la magia, que era tan antigua como sabia, esculpió una estatua de hielo a imagen de Iode y allà encerró sus malos sentimientos.
Allà quedó tallada la estatua, en frÃo hielo y rodeada de nieve y la hechicera pudo liberarse de toda la oscuridad de su corazón.
Y asÃ, la hechicera devolvió la niña a sus padres, viéndola marchar alegre y sonriente, de la mano del primer y único amor de Iode.
Desde aquel dÃa la entrada al bosque no volvió a estar vedada a los aldeanos, ni la hechicera volvió a ser nombrada con temor, si no que ahora los aldeanos buscaban en ella consejo, curas y hechizo. Mas cuando alguien acudÃa a ella con el corazón llenó de oscuridad y dolor, Iode les guiaba por los senderos más oscuros, hasta el corazón del propio bosque, al claro cubierto de nieve, donde les esperaba, imperturbable, la estatua de hielo. Cualquiera que tocara aquella estatua quedaba al momento liberado de las sombras de su corazón, pues estas quedaban encerradas dentro de la estatua, junto a las de la hechicera.
Asà fue durante generaciones, hasta que la vida de la hechicera llegó a su fin y cuando ella expiró su último aliento, el bosque comenzó a marchitarse rápidamente hasta desaparecer. Pues el bosque era el corazón de la bruja y con ella debió de marcharse, aunque dejó atrás un campo de flores, de un violeta intenso y precioso, recuerdo del hombre que siempre tuvo su corazón.
2 suspiros:
Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^