Lluvia en mi ciudad

jueves, mayo 30, 2013 Unknown 0 Comments

No hay nada como la lluvia en la ciudad,
Las aristas de los edificios se diluyen,
El gorgojeo de la lluvia
     Sobre los tejados,
                                  los paraguas,
                                                        y los canalones,
Llena todo de una suave calma.

Incluso los Ɣcidos y malolientes coches
se deslizan sobre el asfalto hĆŗmedo,
levantando suaves susurros,
frufru de seda y caucho,
en las calles, las casa y los hombres

La actividad pierde su hilo,
se descordina una momento,
y sin poder evitarlo,
miramos las ventanas enjoyadas,
de finas gotas doradas,
y susurramos:
"Vaya... cĆ³mo llueve"

Es la magia de la lluvia, que por un momento...
Acalla,
Silencia
y calma

Es lluvia en mi ciudad

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La educaciĆ³n de un becario

lunes, mayo 27, 2013 Unknown 1 Comments


Actualmente nos encontramos bajo el influjo de un curioso efecto que a mĆ­ me gusta llamar “el fenĆ³meno becario”
En el Ćŗltimo aƱo las empresas espaƱolas han incorporado a sus filas a cientos de becarios, jĆ³venes, reciĆ©n licenciados, hambrientos de mundo y de trabajo. Estos becarios pueblan ahora los pasillos de las oficinas y abarrotan este y aquel departamento, deseosos de hacerse un hueco y no tener que volver a salir al frĆ­o mundo exterior, donde no hay trabajo, ni expectativas.
Hablemos de estos jĆ³venes, esas pequeƱas personitas que se revuelven inquietos en sus trajes, incĆ³modos dentro de esa ropa y esas responsabilidades que se les hacen grandes y les pesan.
Seamos sinceros, estos pobladores de pasillos y mesas abarrotadas de papeles son una generaciĆ³n perdida. Perdida porque han perdido toda esperanza en un futuro que se ve teƱido de un color gris pardusco, sin expectativas, sin ambiciĆ³n. Han pasado de intentar parar el mundo con las manos a conformarse con muy poco, con tan poco como una miseria.
Esta es la situaciĆ³n tan triste del fenĆ³meno becario: jĆ³venes altamente formados, dispuestos a trabajar, con cualidades de sobra… que se conforman con las migajas que les ofrecen las grandes compaƱƭas.
Y es que la realidad es que el sueldo de un becario medio en EspaƱa roza exiguamente los 3 euros/hora… poco mĆ”s o menos de lo que podrĆ­a ganar un artista callejero.
Sin embargo, a pesar de todo lo mentado anteriormente, lo que mĆ”s me atenaza el pecho es pensar en la educaciĆ³n que se estĆ” dando a los becarios.
Si queridos lectores, la educaciĆ³n. En mi opiniĆ³n los becarios son como niƱos grandes, que dan sus primeros pasos dubitativos en el mundo empresarial, y tal como nuestros padres nos guĆ­an en nuestros primeros aƱos de vida, enseƱƔndonos lo que es correcto y lo que no, los primeros empleos de los becarios suponen para ellos una Biblia de lo que es el mundo empresarial y cĆ³mo se desempeƱan las personas en su profesiĆ³n
Entonces… ¿QuĆ© tipo de enseƱanza recibirĆ” un joven que se encuentra mal pagado, sobrecargado de trabajo y que ha dejado en una esquina toda expectativa?
Desde luego no es ni de lejos la mejor manera de formar a las personas que en un futuro dirigirĆ”n las grandes empresas y decidirĆ”n cuestiones tan importantes como la sostenibilidad econĆ³mica y medio ambiental, una polĆ­tica justa o todos esos tumores que infectan nuestro mundo actual.
Con todo esto, y sin intenciĆ³n de dilatarme mĆ”s para que el lector saque sus propias conclusiones, quiero abogar por un uso mĆ”s responsable del gran recurso que son los becarios y sobre todo dejar de considerarlos como una mercancĆ­a de usar y tirar y empezar a verlos, como son realmente, un activo con gran potencial que tiene la capacidad de dibujar nuestro futuro mucho mejor que nuestro presente.

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La decisiĆ³n

sƔbado, mayo 04, 2013 Unknown 1 Comments

La ciudad iluminaba el vaho de mi aliento congelado. En aquel banco, esperando a que los segundos me dieran una respuesta que mi sobrecargado cerebro no era capaz de darme. Una decisiĆ³n tan grande, tan incierta, que todas las razones se volvĆ­an ligeras y desaparecĆ­an hacia el cielo negro sin piedad.

Mi ciudad vibraba a mi alrededor, tan colorida y ruidosa como siempre: los carteles de neon brillando en cada esquina, incansables vendedores que se acercaban a mi ofreciĆ©ndome una comida maravillosa, un lugar cĆ”lido... pero nada de eso me reconfortaba o aliviaba el peso que ahogaba mi pecho. 

El reloj marcaba los minutos como siempre, como llevaba haciendo dĆ©cadas, pero no eran los mismos minutos para mĆ­. A veces, cuando tomaba la decisiĆ³n pasaban raudos y acelerados como si emprendieran una carrera por la esfera y de pronto se encontraban con mis miedos y quedaban congelados en el espacio infinito de mi duda.

Mis pasos dubitativos me llevaban de aquĆ­ para allĆ” sin rumbo fijo... o eso creĆ­a yo... AcabĆ© encontrĆ”ndome con mi destino, que estaba enmarcado por una puerta custodiada por altivas cariĆ”tides que miraban sin expresiĆ³n alguna mis tribulaciones ¿Que pensarĆ­an esas diosas de piedra de mis insignificantes dudas de mortal? Ellas seguirĆ­an allĆ­ cuando yo me hubiera ido, como estuvieron antes de que yo existiera. 

Agarrando lo poco que quedaba de mi decisiĆ³n entre mis dedos temblorosos, franqueĆ© la puerta.

El interior era silencioso, de un silencio limpio, sin esquinas y sin mentiras bajo la alfombra. El silencio de unas paredes que habĆ­an visto demasiado pero no juzgaban en absoluto.
El guardia me saludĆ³ con una sonrisa amable pero no demasiado amplia. A Ć©l tambiĆ©n le daba igual lo que yo hiciera, como las estatuas de la entrada, Ć©l ya estaba aquĆ­ y seguirĆ­a aquĆ­ maƱana.

RecorrĆ­ las sinuosas escaleras de caracol, ensuciando el silencio limpio con el eco de de mis zapatos sucios sobre el mĆ”rmol.

Esta vez las puertas no estaban guardadas por diosas helenas, sino por un complejo y novedoso sistema de seguridad que sĆ³lo se abrirĆ­a tras haber comprobado hasta la Ćŗltima de mis contraseƱas vitales para abrirse un chasquido seco y limpio, que a mi entender casaba de maravilla con el silencio que yo habĆ­a ensuciado. 

La sala era mediana, iluminada por grandes paneles de luz blanca, asĆ©ptica. AquĆ­ no habĆ­a silencio sino que todo se veĆ­a tintado por el suave ronroneo de las maquinas, el flugor de las luces de los paneles y el suave tintineo de los lĆ­quidos goteando en las probetas. 

Un pequeƱo hombre encorvado sobre un complicado panel, atestado de cables y circuitos, levantĆ³ un poco la vista y en cuanto su mirada se encontrĆ³ con la mĆ­a sonriĆ³.

Esa si fue una sonrisa de verdad, aquel pequeƱo hombre, de rostro enjuto y ojos verdes vivaces, se alegraba de veras de verme. SabĆ­a por quĆ© estaba yo allĆ­, habĆ­a tomado una decisiĆ³n e iba a darle la respuesta que Ć©l esperaba:

- Adelante - 

Fue la Ćŗnica palabra que pudo salir de mi garganta, estrangulada por el terror, y que de alguna manera pudo hacer que mi lengua se moviera y mis labios dejaran de temblar. QuizĆ”s ni siquiera la habĆ­a llegado a pronunciar, pero Ć©l sonriĆ³ de nuevo y asintiĆ³ con la cabeza.

Me cogiĆ³ la mano, que estaba frĆ­a y sudorosa, y me guiĆ³ suavemente hasta la otra habitaciĆ³n. AhĆ­ no habĆ­a ronroneos, ni zumbidos ni goteos, tampoco ninguna luz, excepto la que emanaba el curioso artefacto en el centro de la habitaciĆ³n, cubierto de cables y tubos con sustancias de brillantes colores. 

Me temblaban tanto las piernas que apenas era capaz de andar. La mano del cientĆ­fico dejĆ³ de ser tierna y me sostuvo con fuerza, ayudĆ”ndome a llegar hasta el extraƱo artilugio.

Los cables se enrollaron a mi piel cuando me introdujo en la maquina, y las luces de colores empezaron a iluminarme a mƭ en vez de a la maquina. El anciano trabajaba con seguridad, atƔndome cuidadosamente, enchufƔndome a la maquina y comprobando que todo estuviese correcto.

Una vez que hubo terminado me sonriĆ³ una vez mĆ”s y desapareciĆ³ de mi vista. No me preguntĆ³ si dudaba, si querĆ­a arrepentirme, salir corriendo de allĆ­, volver a respirar el aire impregnado de toxinas una vez mĆ”s. No, simplemente me regalĆ³ una ultima sonrisa y me dejĆ³ a solas con mis pensamientos. PodĆ­a oĆ­rle, en la otra esquina de la sala, preparĆ”ndolo todo en el panel de control.

RespirĆ© hondo y pensĆ© una ultima vez en la decisiĆ³n que habĆ­a tomado. Era algo con lo que todo el mundo soƱaba, pero no todos estaban dispuestos a pagar el precio por ello. Viajar en el tiempo. ¿PoĆ©tico, verdad?
Pero no era todo tan sencillo, no habĆ­a una maquina que te llevase entero de un lado a otro de la enorme pelota de goma que es el tiempo. 

No...

Para viajar en el tiempo tenƭas que deshacerte, descomponer tu cuerpo hasta el fragmento mƔs simple y viajar sin rumbo, sin destino, hacia un lugar completamente incierto.

Los cientĆ­ficos me dijeron que aĆŗn despuĆ©s de descomponerme seguirĆ­a teniendo consciencia, verĆ­a todo el viaje, lo que pasaba despuĆ©s... era un misterio.

QuizĆ”s irĆ­a a la Ć©poca del Big Bang, mi esencia se pegarĆ­a a un trozo de estrella en formaciĆ³n y serĆ­a pura energĆ­a.

QuizƔs volviera a las primeras etapas de la era glaciar... Los dinosaurios...

Podrƭa ser un huƩrfano vagabundo en las calles de la Calcuta de Santa Teresa...

Un pirata en el siglo de Oro espaƱol...

Un importante hombre de negocios del siglo XXXIV....

O podrĆ­a desaparecer

No dejar rastro

Perderme en el espacio como el polvo de un cometa

Mi respiraciĆ³n se acelerĆ³, la angustia me comĆ­a hasta el ultimo gramo de esperanza, la maquina empezĆ³ a pitar y las luces se volvieron rojas. 

Estaba empezando.

No, yo no querĆ­a aquello, empecĆ© a forcejear con las correas mientras mi visiĆ³n se volvĆ­a negra, mientras me iba desintegrando. QuerĆ­a gritar, dejarme la garganta gritando, salir de allĆ­.

Y entonces notƩ la mano.

La mano cĆ”lida del anciano cientĆ­fico que se posĆ³ sobre mi frente. El contacto me parĆ³ un instante y entonces le oĆ­ susurrar:

- Todo estarĆ” bien -

Aquellas palabras tan simples me dieron lo que necesitaba. Mi cuerpo se relajĆ³, mi mente estaba en calma, inspirĆ© hondo y dejĆ© que todo lo que yo era se deshiciera en pequeƱos Ć”tomos.

PodĆ­a ver toda la ciudad. Brillando. Ahora el tiempo iba despacio. Las luces de los coches eran lĆ­neas brillantes dibujadas sobre el asfalto. La gente paseando por las calles apenas fantasmas, borrones de colores.

Yo era una estela brillante, como de luciƩrnagas, que se alejaba de esa ciudad. De ese mundo, de ese tiempo.

Me dejƩ llevar.

PodĆ­a verlo todo.

OĆ­rlo todo.

Sentirlo todo.

Contuve la respiraciĆ³n al ver la verdad oculta, sentĆ­ la potencia de toda la energĆ­a del Universo corriendo a travĆ©s de mi. No. Yo era esa energĆ­a. Era todo y era nada en un instante.

Entonces todo se deshizo en negro. SentĆ­ un tirĆ³n.

Calor, oscuridad, tensiĆ³n y fuerza.

Una lucha por la vida.

Sentƭ el calor mƔs grande, el amor mƔs fuerte, la verdad mƔs profunda.

Una parte mi, de mi antiguo yo sonriĆ³ al entenderlo.

Y me dejĆ© llevar. AsĆ­ eran los viajes en el tiempo. Una unidad simple, Ćŗnica que comprendĆ­a a todo el universo y empezaba todo dentro de esa misma unidad. 

Un Ć³vulo y un universo eran la misma cosa al final. 

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