El viaje de la lágrima

domingo, diciembre 22, 2013 Unknown 0 Comments

Perdí una lagrima, en el confín más lejano de la orilla más antigua de un mar del que olvidé el nombre.
Se deslizĂł entre los finos granos de diamantes desmigajados y se abriĂł camino entre sĂ­lice y magma hasta el centro mismo de la Tierra.

Perdida en la cálida inmensidad del corazón del mundo, floto en la incandescencia hasta que se coló por una grieta y encontró un Océano, vasto y extenso, hecho de un millón de lágrimas perdidas u olvidadas como ella.

La lágrima, mi lágrima, surfeó como espuma en las olas, resonó calma en un arroyo y se deslizó presta entre los dedos de un peregrino sediento.

ViajĂł de todas aquellas maneras que solo el agua conoce, hasta que por puro azar acabĂł en un charco olvidado que el Sol convirtiĂł en vapor.

Su alma se volviĂł nubosa.

Conoció la carcajada del trueno y la ira del rayo. Rozó las cumbres más altas y llenó de gris las ciudades más recónditas.

Viajó y viajó por el mundo, hasta que un día decidió dejarse caer, entre un millón de gotas y fue a colarse en mis ojos, pintando mi cara del gris más aciago cuando te vi marchar.


Se coló en mi, echando raíces en mi corazón que tú dejaste roto, y cada día que el mundo ahoga, la soledad se come mi parte del desayuno, la pequeña gota, la pequeña lagrima, me llena con sus historias de lugares lejanos, me recuerda el Océano en el que vivió hecho de tantas lágrimas olvidadas, para recordarme, que no estoy sola, que una pequeña parte de mi siempre será parte del gran gran mundo.

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El filo de los mundos

domingo, diciembre 08, 2013 Unknown 0 Comments

El cielo se abre rosa con motas añil mientras el alba bosteza perezoso, con una pizca de sol en la mirada adormecida, mientras en el filo de los mundos el ambiente sigue lúgubre y grisáceo, tan tétrico que sólo de verlo el amanecer huye y se esconde tras el día.

Es un espacio traslucido e infinito, escondido entre vagos reflejos y el vaho de una mañana fría.

Pasamos y caminamos cada dĂ­a entre mundos, sin percatarnos, el ego nos ciega a ver, que no es nuestro reflejo lo que nos devuelven los cristales y espejos, sino nuestro otro yo, ese yo con infinitos rostros, lugares similares a los nuestros sin llegar a ser.

Un yo atrapado entre dos mundos, en una membrana tan fina como el borde de una copa y tan distorsionada como el corazĂłn de un diamante.

Nuestros reflejos se sienten atraídos, fascinados por nosotros y cuando los atrapamos con la mirada se pegan a nuestros renglones fingiéndose nosotros, hasta el momento en que dejamos de mirar, entonces se escapan por el rabillo del ojo, rápidos como el rayo.

Cada vez que miro al espejo, espero ver un guiño, una sonrisa distraĂ­da, algo que me diga que al otro lado del frĂ­o cristal hay un mundo, un sueño, pero... no deberĂ­a preguntar mejor ¿en quĂ© lado de la membrana me encuentro?

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