El silencio revoltoso

miércoles, julio 22, 2015 Unknown 0 Comments

¿Viste como se coló el silencio en la habitación?
Se coló por la rendija de la ventana medio abierta,
por el hueco entre tu cabezonería y mi insensatez.

Míralo, míralo comer palomitas en el sofá,
mientras nosotros nos tejemos el calor con el orgullo. 

¡Hasta la cocina ha ido el atrevido!
Se ha rebozado en la harina y juega a hacernos pedorretas mientras compartimos el café, 
borrachos de la sensación de tener razón.

Contigo y conmigo en la cama se metió,
cual gato caprichoso alborotó las sabanas
y hasta el colchón.


¿Qué hacer amor, cuando el silencio es compañero del dolor?

Te miro y no puedo dejar de pensar en las pequeñas tragedias que nos separaron.

La perdida de unas llaves, de un billete de autobús y de nuestra pasión.

Dejamos que el silencio se hiciera emperador de nuestro calor,
y ahora ha dejado poco menos que cenizas para tapar nuestras lágrimas.

Sé valiente, coge la mano que mi cariño aún te tiende,
déjame que me vuelva a perder entre los lunares de tu intimidad.

Destierra al silencio y deja que sea tu risa sea la que llene nuestro espacio en común.

Alza los ojos y mírame amada mía.


Y ella alzó sus ojos azules. 

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Retazos del miedo en un instante

viernes, mayo 22, 2015 Unknown 1 Comments



El mundo se desdibuja en un millón de pequeñas fracturas luminosas que al poco se convierten en poco menos que un difuso puzzle.

El miedo a lo desconocido y la pura admiración que sólo provoca lo incomprensible embargan a cada uno de las almas que en este momento compartimos destino.


El rugido del metal rompiendo las reglas de la intuición se acompaña por los tambores en cajas de marfil que martillean en nuestro pecho y de pronto un vacío enorme que lo llena todo la angustia de un destino, un pensamiento que se cuela en nuestra mente mientras nos elevamos.

La magia esta hecha, el hechizo el silencio magnánimo de la tensión se ha roto en un millón de voces que gorgojean risas aliviadas o vuelven al suave transitar de su pequeño mundo mientras allá fuera, separado por apenas medio palmo de methacrylate, un mundo azul y negro se hace reflejos de naranja y añil

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La Puerta

martes, mayo 19, 2015 Unknown 1 Comments



Me despertó el ronroneo. Por un momento, mientras mis pupilas salían a regañadientes del sueño, pensé que de nuevo se habría colado en el piso algún gato callejero y repasaba mentalmente mis reservas de atún y leche.

Aún despegándome de la telaraña pegajosa del sueño, abrí los ojos y pensé extrañado que debía ser temprano porque la luz del amanecer ya cubría la pared derecha de mi cuarto.


Entonces el resto de mis sentidos empezaron a despertar. Noté el zumbido en cada folículo de mi piel, el extraño olor fresco que de pronto parecía venir de todas partes y mis ojos comprendieron confusos que aquella luz era desconocida para ellos.


Me incorporé en la cama lentamente sin soltar las sábanas, para no dejar ni un solo centímetro de piel a merced de aquello de que fuera que acechaba mi cuarto.

Por primera vez vi la "Puerta".


Era un óvalo de poco más de metro y medio de alto, la palabra puerta no era la más correcta sino que era un aro de luz que parecía haber crecido de entre el gotelé del cuarto.

Supongo que tuve la misma sensación que quien ve por primera vez a una medusa, algo en ti sabe que es dañino, pero a la vez no puedes evitar admirar su belleza.

Aún a resguardo de las sábanas observe la puerta unos minutos más antes de tomar la decisión de levantarme y acercarme.

Di vueltas alrededor, estudiando cuidadosamente sus contornos, incluso fui hasta el salón para saber si allí también existía, pero no allí el gotelé parecía seguir con su textura y cualidades normales.


Estuve otros minutos observándolo, parecía absorber todo el ruido del mundo mundano y sólo dejaba un zumbido arrullador.

Al final pasé una mano por su frente decidido. El vello de mi brazo se pusieron en formación y un escalofrío me recorrió la espalda llegando a la puntas de mi cabello.

No podría decir que se tratase de algo físico, palpable, no tenía solidez pero aún así nadie que se acercará a el diría que no existía. Parecía existir en un plano distinto de la realidad.


Fui un poco más allá e introduje la mano. Un maraña de estructuras fibrosas, como hilos de seda, me envolvió la mano. En lugar de ser una textura pegajosa como la de la tela de araña, el tacto era fresco que más que enredarse se amoldaba a mi.

El valor me empujó más allá e introduje el brazo hasta el codo. El espacio al otro lado tenía una textura extraña, como un aire fresco hecho de gelatina muy flexible, pero seguía siendo aire.

Le siguió el hombro y luego la otra mano y finalmente en un ataque de imprudencia el resto del cuerpo.


Me encontré en una realidad vacía, un espacio que no parecía tener ni principio ni fin, de un color añil similar a los atardeceres en la playa. En ese espacio a físico había decenas de puertas como la mía por las que se podían intuir escenas que nada tenían que ver con las que yo podría conocer.

La temeridad y la curiosidad me empujaron un paso más allá y me di impulso de algún modo para llegar a la siguiente puerta. Note como los hilos de mi puerta formaban una carcasa a mi alrededor, pegándose a mi cuello con un roce ligeramente molesto.

Ese fue mi primer mundo por visitar.


Aún recuerdo la arena transparente por la que de desenvolvían una rara mezcla de pez cangrejo. La estrella azul que iluminaba el cielo y la claridad de saber que nadie estuvo allí antes que yo...

Volví a mi propia realidad, a mi cama, sintiendo como la coraza de hilos se pegaba aún a mi y pase las horas en vela sin poder soñar con nada que fuera remotamente tan hermoso como el mundo a través de la puerta.



Han pasado dos semanas desde entonces.

Cada noche hago el mismo ritual: llego a casa en silencio, llevando mi fea y gris realidad conmigo, preparo algo de comer y me siento en el sofá aparentando tener una calma de la que carezco.


Entonces llega el momento con el que llevo soñando todo el día, vuelvo a pasar por la puerta y visitó alguno de los universos que me ofrece. He llegado hasta a contarlos 47 puertas luminosas. 47 maravillas. He visitado mundos en los que creí desarrollar sentidos nuevos he visto colores que no existían y ahora solo existen en mi cabeza. He vivido la creación y la destrucción de un mundo en una noche y luego vuelta a empezar.


He visto tantas cosas...

... PERO...

Los hilos, que al principio pensé que eran una coraza para mi, se han convertido en mi ancla, me atan a mi realidad y cada vez aprietan un poco más. Siempre están presentes, incluso cuando estoy lejos de la puerta. Empieza a costarme respirar y creo que es a su costa.


Dos semanas después :

He visitado 46 de los 47 mundos. Mi realidad me parece cada vez más absurda, como si fuera una broma cruel que alguien me hace vivir como el show de Truman, una serie de momentos que carecen de sentido cuando no estoy en la puerta... El dolor físico se ha vuelto prácticamente insoportable, he visto a varios médicos pero ninguno sabe que me pasa, los cardenales se duplican por doquier en mi cuerpo con forma de pequeñas fracturas, algunos médicos me han dicho que en las radiografías parece que me estuvieran cortando los huesos con un serrucho muy fino. Les doy las gracias y me marcho, no saben nada y no hay nada que yo pueda explicarles para que lo entiendan.

He intentado dejar de viajar por la puerta, pero ya nada es suficiente para mi.

La última puerta que me queda es la más lejana he intentado ir varias veces pero el dolor ha hecho que me desmaye varias veces. La intriga, la curiosidad, no me dejan dormir


Hoy he decidido que iré a verla, he conseguido una dosis de morfina para el dolor, no pienso dejar que me venza esta vez.


Paso con decisión por la puerta y empiezo a deslizarme por el espacio a dimensional, los hilos empiezan a cortarme según me alejo y telarañas de sangre empiezan a tatuarme los brazos.


El dolor se hace más y más fuerte y tomo un descanso para usar la morfina. Si, eso está mejor.


La puerta cada vez está más cerca casi puedo sentir su ronroneo en la punta de mis dedos.





Oh vaya...





Me estoy ahogando.


La parte racional de mi aún lo entiende, pero me empuja una fuerza mayor que se escapa de mi poder.

Noto como algunos hilos empiezan a romperse. Hay esperanza pienso y empujó más fuerte


Solo un poco más


...


Aguanta un poco más...


...


...




Los hilos se rompen como una crisálida de mariposa. La coraza desaparece y noto de pronto una acidez del ambiente que me quema. Nado desesperado hasta la puerta y agarró su frío borde.



Ya he llegado pienso con la euforia corriendo por mis venas. No siento casi el ácido que está quemando mi piel, ni como la vida se me escapa por las gotas de sangre, porque por fin he visto las 47 puertas.



Entonces noto una mano fría sobre la mía y veo, no... ME VEO, un reflejo un yo que no soy yo, un ser a medio crear que está tomando mi forma poco a poco, con una sonrisa malvada en los labios.

Lo último que oye mi consciencia es " Siempre hay un pobre diablo que quiere saber demasiado"


Y me hundo en un mundo negro cosido por un punto blanco.

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El tic tac del corazón

lunes, enero 05, 2015 Unknown 0 Comments

Aún recuerdo la primera que oí el tictac.
Yo era poco más que una niña, un chico me sonrió y algo en mi pecho empezó a girar.
Sentí que mi cuerpo se llenaba de una energía que me daba ganas de...¡volar!

Ah, recuerdo a mi madre, su alegría, no paraba de reír y de darme besos entusiasmada. Mi corazón de cuerda había empezado a funcionar.

Me contó la historia de nuestros corazones, como nos permitían seguir viviendo eternamente siempre que tuviésemos amor, porque...¿qué es una vida sin amor?
Me dijo que cuando quieres a alguien de verdad y te corresponde, puedes hacer girar la pequeña manivela de su corazón y hacer que siga viviendo para siempre.

"¿Y si no encuentro a nadie que me quiera?" pregunté asustada.

Mi madre descartó la pregunta entre grandes aspavientos y me dijo que en nuestro mundo todos encontraban el amor, pero que no me preocupara por eso que aún me quedaban años.

¡Qué razón tenía!

En la adolescencia, una sonrisa, un beso tímido, o incluso una mirada robada podían hacer que los engranajes de mi corazón giraran y giraran sin cesar

¡Sentía que podía amar al mundo entero!

Pero entonces llegaste tú...

Recuerdo como me perdí en tus ojos la primera vez que te vi de verdad... recuerdo como todo lo que había sentido antes pareció un ilusión la primera vez que me besaste.

La primera vez que tocaste la manivela de mi pecho, los dos temblábamos, de excitación y miedo. Recuerdo el tacto metálico pero a la vez cálido de la tuya entre mis dedos.

Durante seis años nos amamos dulcemente, haciendo girar nuestro amor entre caricias, besos y lunas.

Que ilusamente feliz vivía en mi pequeño mundo...

Al principio sólo fueron unos pequeños atascos, la manivela se negaba a girar entre mis dedos pero al final cedía. No hablábamos de ellos, ahora pienso si tú tenías tanto miedo como yo. Nos hundíamos en nuestras caricias y culpábamos a la distancia al tiempo sin vernos...

... pero cada vez tenía que hacer más fuerza para girar la pequeña llave, cada vez me dolía más el pecho, pues tú parecías dar vueltas del revés a mi manilla, y por a noche deshacía el dolor de mis agarrotados dedos en lágrimas.

Hasta que un día no fui capaz de dar cuerda a tu corazón.

Incluso ahora, el dolor me llena la boca de hiel.

Siento todavía el miedo atenazándome y veo tu rostros mirándome lleno de tristeza.

Ya no me querías.

Nuestro camino que yo había dibujado claro en un futuro cristalino, se deshacía ahora en finas esquirlas alojadas en mi garganta.

El tiempo después fue frío, solitario y oscuro.

Fui rechazada por la sociedad, había dejado de ser amada. Era una paria.

Sin que tú movieras mi manivela mi corazón parecía agotado, sin fuerzas para vivir. Pasaba días enteros en la cama, intentando ahorrar cada latido, intentando recordar aquellas cosas que movían mi mundo antes de ti.

La muerte y la soledad eran dos ángeles negros que guardaban mi cama.

Un día, me despertó el silencio.

Abrí los ojos, consumida por el pánico.

"¿He muerto?" me pregunté

Y me respondió un tic casi agónico desde mi pecho, que me devolvió un poco la respiración.
Los tictac eran tan débiles que tuve que llevarme la mano al pecho para sentirlos y entonces descubrí algo que no había notado antes.

Una pequeña rendija se habría en mi pecho, una herida abierta que me dejaste.

Introduje los dedos con cuidado, entre la excitación y el pánico.

Me costaba respirar de la emoción.

Entonces mi índice tocó el metal.

Mi respiración se aceleró.

¿Y si...?

Hundí un poco más los dedos y noté de nuevo el toque metálico, ésta vez en mi pulgar.

No sabía qué hacer... aquello podría matarme...

O quizás no...

En un arrebato de valentía, o más bien de locura, giré la mao y la manivela dio media giro sin dificultad.

Esperé en silencio a que algo fallara, a que mi pecho estallara, o a morir simplemente.

Pero no pasó nada.

Un poco más confiada di una vuelta entera esta vez.

Nada.

Y después...tic... tac... tic... tac...

Los engranajes sonaban un poco menos agónicos cada vez.


Me llevó semanas, pero poco a poco fui acostumbrándome a dar cuerda a mi propio corazón, hasta que al final, fui capaz de volver a disfrutar de todo aquello que me había hecho feliz antes de ti.

Ahora camino entre la gente, algunos se paran a mirar, muchos susurran a mis espaldas.

Pero a mi me da igual, yo muevo mi propio mundo, mi único pecado a confesar es buscar tus ojos entre el mar de gente.
Te busco para agradecerte, aunque sólo sea con la mirada, aquel roto que me dejaste en mi pecho, porque al final, me ha hecho libre.

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