Luces y sombras

lunes, junio 24, 2013 Unknown 0 Comments

En las lentas luces del amor,
distingo una sombra que para mi es,
la razón, la locura y la pasión
se esconde entre las miles de sombras,
que alcanzarla no puede,

Es una luz inocua, 
insípida y casi evanescente
pero esa luz tímida y rezagada
es la que derrite mis hielos
la que ve más allá de mi
y deja mi amor al descubierto

Es esa luz que se esconde
en la esquina izquierda de tu pupila
y a veces la apagas
alejas de mí esa luz fugaz
que hace mi mundo girar
y la encierras en un silencio
propio del mar

Me pierdo entre sombras,
negras que no son tu sombra,
me aturden sus aromas,
tan distintos al tuyo,

Si me quitas tu luz me pierdo,
Si te vas, sin tu aroma me muero...

Marchate si quieres,
quédate si así lo sientes,
pero no me dejes ni un minuto 
en el limbo sin nombre

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El cielo pintado

lunes, junio 10, 2013 Unknown 0 Comments

La brisa del oeste desdibuja las nubes, difuminando el horizonte en tonos violetas y rosas, que besan dulcemente el mar.
Bajo mis pies siento el cosquilleo del agua, tan clara que parece no existir. Podrías nadar y nadar sintiendo que ya rozas el fondo con la mano y moror ahogado a mitad del camino.

El globo aerostático de colores hace horas que zarpó, pero en el cielo aún aparecen dibujados sus colores.
Si yo alzara mi mano, también quedaría grabada, por eso no me muevo, no quiero ensuciar un cielo añil tan hermoso.

En Ciudad Deriva cada movimiento queda plasmado... sobre los edificios... sobre el cielo... sobre las personas...

Sobre mí llevo la marca de todas las personas que he conocido, que he amado, retazos de lo que ellas fueron que se han quedado tatuadas en mi piel, formando una geografía de mi vida que decora mi piel en mil colores.

También llevo conmigo mis sitios más amados: las flores violetas de mi campo favorito engarzan la punta de mis dedos y mis pies son del color del agua de un arrecife.

Llevo mi vida como un traje que adorna mi cuerpo. Nada que ocultar, sin engaños ni lugar para el arrepentimiento.

Dejo que mi mirada vague y que mis ojos se tiñan del color del horizonte.

Sonrío y los labios de mi amado sonríen conmigo, pero las arrugas de mi rostro revelan un destino que no tiene fin.

Introduzco vacilante los dedos de mi pie derecho en el agua. Su frío es reconfortante.
El agua va borrando mi pie y cuando lo saco ya no queda nada. Mi pie derecho ha desaparecido para siempre.

No siento dolor, tampoco pérdida.

Ahora sumerjo los dos pies y dejo que el agua me llegue hasta la rodilla.

Siento el agua fría un momento y luego como mi esencia se va diluyendo en ella.

Para cuando la mitad de mi cuerpo ha sido lamida por el agua me doy cuenta de lo poco que puede significar un cuerpo si el alma está rota y me dejo caer completamente.

Veo el inmenso mundo azul y la sombra de la ciudad proyectándose sobre el fonde de arena blanca. Veo cómo me voy deshaciendo en un pequeño arco iris submarino, que se aleja ondulante.

Es una bella forma de morir... quizás parte de mí coloree algún día un brillante arrecife... o acabe siendo arena blanca bañada por el sol.

Quién sabe.

En mi último momento de  consciencia noto su presencia a mi lado. Él me ha esperado.

Suspiro y me deshago en burbujas de colores.

Hasta pronto

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Los segadores de truenos

lunes, junio 03, 2013 Unknown 0 Comments

El cielo estalló en mil esquirlas negras
 sobre la agrietada silueta de los rascacielos.

Un negro rumor a tormenta abarcaba el horizonte.

Los cascarones de nube de los barcos temblaban,
pero no cedían,
 y su quilla hendía la lluvia color titanio.

Gemían y siseaban las sogas por el esfuerzo
 y raspaban las manos encallecidas

La tripulación permanecía silenciosa,
sólo la tormenta graznaba en cubierta.

Las finas hoces de plata rasgaron
la dulce tripa de las nubes
y los truenos se desparramaron
inquietos y palpitantes sobre la madera de nube.

Avidos, con los ojos encharcados y vidriosos,
los hombres y mujeres los llevaron a sus labios.

La vida volvió a sus gargantas
y la nao se llenó de gritos de gozo
Los sin voz ya no eran tales.

Olvidados por el bullicios mundo,
por sus mudos labios eran condenados,
renegados, parias y expulsados,
Se olvidaba su nombre y se borraba su rostro.

En la ciudad del puerto de nubes encontraban cobijo,
una ciudad de silencio y sin esquinas,
una ciudad de tristeza y vergüenza.

Algunos renegaban.

Otros adoptaban el amargo camino del vino y el opio.

Otros... se convertían en segadores de truenos.

Cada tormenta, arriesgaban todo por un poquito de nada,
una vida por un momento de felicidad, por una voz.
Se mezclaban entre la bulliciosa multitud de la ciudad
y por un momento eran libres.

De amar...

De gritar...

De soñar...

Pero al amanecer, el trueno se desvanecia
y con las primeras luces del alba,
los segadores salían ocultos entre las sombras,
sin mirar hacia adelante, ni hacia atrás,
con los ojos fijos en el horizonte,
                                                    buscando nubes negras de tormenta




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