el juego (Parte 2)

jueves, enero 21, 2010 Laura.S-P 3 Comments

Mientras corría por las calles inundadas a toda velocidad, aún resonaban en mi mente sus palabras, el aroma de su cigarrillo, el humo flotando a mí alrededor como una tela grisácea muy fina.
“El nudo de mi garganta casi no me dejaba respirar y el escozor de los ojos me decía que las lagrimas no tardarían en llegar. Él se había quedado en silencio tras mi estrangulada pregunta. Apagó el cigarrillo sobre uno de los ceniceros y salió de las sombras. No pude vislumbrar mucho, solo una piel morena, unos labios finos rodeados de una barba de pocos días, negra y espesa. De sus ojos solo intuí un destello, que se coló bajo la oscura ala de su sombrero. Ese destello me erizo el vello de la nuca e hizo que de mi boca se escapara un suspiro involuntario. Él sin percatarse de los cambios sufridos por mi estado de ánimo volvió a hablar con su magnánima voz:
- En nuestro juego hay trece cartas, trece pruebas, trece escalones, trece pistas que te llevarán hasta el final – volvió a ocultarse bajo las sombras – en cada una de las cartas habrá un reto y una pista que te llevará a la siguiente –
- Y si no las encuentro todas –
- Todo se quedará como al principio y sólo habrás perdido unas míseras horas de tu desdichada vida – el metal frío de sus palabras se hundió agudo en mis heridas – pero si acabas, tu vida cambiará, te lo prometo –
Asentí aún temerosa, las manos heladas por el miedo y el corazón palpitante de una esperanza casi suicida. La sonrisa se oyó en su voz cuando me dio la primera pista:

- Esta llave abre la segunda pista, es una de las taquillas de la estación. Corre –

Y yo obedecí. Ahora estaba perdida en medio de una gran estación llena de gente. Todo el mundo cargaba grandes maletas de todos los colores, se encontraban con viejos conocidos e incluso algunos niños correteaban alrededor de sus padres enfundados en chubasqueros multicolores. Yo parecía una mancha gris y triste en medio de todo aquel colorido y aquella felicidad, pero en ese momento no me importó. Solo buscaba desesperada la taquilla 138 donde me esperaba la siguiente pista.
Sin embargo, por más que pregunté nadie conocía dicha taquilla. De hecho todos los trabajadores a los que pregunté me miraron extrañados y declararon con miradas de incredulidad que en la estación solo había 130 taquillas y que por lo tanto la que yo estaba buscando no existía.

Rendida me senté en el suelo, apoyando la espalda desafiante contra la taquilla 130 y preguntándome por primera vez, si aquello no sería más que una broma absurda y cruel y yo nada más que una tonta que había en ella sin pensar.
No sé cuanto tiempo pasé mirando el techo acristalado de la estación, pero cuando volví, él estaba mirándome, apoyando la barbilla sobre las manos y estás sujetas en el mango de una vieja fregona. Tenía ojillos pequeños, azulados, casi ocultos por un millar de arrugas que rodeaban sus ojos. Al mirarle sonrió y todas las pequeñas arrugas se unieron para dar paso a una sonrisa, blanca y sincera:
- ¿Qué hace ahí sentada jovencita?- preguntó su voz cascada
- Buscar una taquilla que no existe- respondí lacónica
- Vaya y si no existe ¿por qué la está buscando?- preguntó con genuina curiosidad
- Por un estúpido juego – dije resignada

El hombre calló unos instantes muy largos y luego con una voz completamente distinta, como si hablara de algo muy importante, se inclinó y murmuró:
- ¿No buscará usted la taquilla 138, verdad? –
Parpadeé incrédula y me limite a asentir con la cabeza. La sonrisa del anciano, se amplió un poco, haciéndose más picara y juvenil. Entonces alargó la mano para ayudar a levantarme.
Su mano era áspera, llena de arrugas y callosidades que hablaban de años de trabajo. Al verle de cerca me pareció que debía ser casi tan viejo como la estación. Su pelo tenía el mismo color grisáceo que las vigas de hierro y sus ojos el azul celeste de las antiguas marquesinas. El propio anciano parecía parte de la estación, y así se movía por ella.
Conocía todos los pasillos, las puertas ocultas, las horas de llegada de los trenes las baldosas que sobresalían. Todo.
Me llevó por lugares casi vacios, aquellos donde la gente no llegaba y por fin a una sala pequeña, parecida a un invernadero, con dos de sus paredes acristaladas y otras dos cubiertas por intrincados dibujos de azulejos. En el medio, iluminadas por la escasa luz del cielo plomizo, había unas taquillas.
Eran mucho más antiguas que las que había visto antes. Estas eran verdosas, con grandes manchas rojizas de oxido y algunas de otros colores debido a la suciedad y al desuso. Me acerqué a ellas casi corriendo ante una divertida risotada del hombre.
La taquilla 138 estaba casi escondida, en un lateral. La más pequeña parecía quererse separar de sus ajadas hermanas. Era la menos deteriorada, verde por todas partes y con un tacto suave. Me volví hacia el anciano interrogante que me dedicó otra de sus enigmáticas sonrisas.

Con las manos temblorosas conseguí sacar la pequeña caja que había en el interior. Parecía tan antigua como la taquilla o como el limpiador que me observaba en silencio, sin embargo estaba limpia, no había nada de polvo sobre ella como si la abrieran cada día y alguien se encargara de limpiarla. Dentro había una foto y una entrada de cine para la sesión de las cinco.
La foto era en blanco y negro, amarillenta por los bordes. La chica que miraba desde ella sonriendo, tenía los ojos grandes y negros y estaba abrazada a un joven guapo y altivo que la sonreía a ella también:

- Era mi esposa – dijo de repente el anciano sobresaltándome – cuando éramos muy jóvenes – hizo una pausa y me dedicó una sonrisa melancólica- murió el año pasado –
- Lo siento – fue lo único que pude decir
- Oh no, no lo sientas, fuimos muy felices, nos queríamos mucho, solo que tuve que dejarla marchar – no había dolor ni desesperanza en sus palabras solo añoranza de su amor.
- ¿Y cómo vive usted sin ella?- sonó agudo y desesperado por que la pena volvía a aferrarse a mi garganta.
- Oh querida, no llores – se acercó a mí y recogió la lagrima con su pulgar – algunas personas nos dejan antes de lo que nos gustaría y eso hay que aceptarlo y seguir viviendo, a ellos no le gustaría vernos llorar ¿verdad?- asentí sin poder decir nada y le tendí la foto – no querida no, quédatela, yo tengo muchas, además así te acordarás de mi cuando la veas – le abracé sin poder evitarlo y él me acarició la cabeza con ternura – el juego en el que estás es muy doloroso pequeña, pero cuando termines, todo parecerá nuevo – dijo apartándome de él y sonriendo de nuevo – y ahora corre o no llegarás a la película-

Obediente salí corriendo de allí alejándome de allí con tres de mis pruebas ya en el bolsillo y el corazón más ligero.

3 comentarios:

  1. No se como lo haces pero consigues que desde la primera palabra la historia me encante! :)
    Cada vez me gusta más esta historia... :D

    Besos

    ResponderEliminar
  2. o^^o saludos de nuevo, nena, me encanta, la historia, como dice marina, me ha enganchado desde el primer momento, tengo ya muchas ganas de saber qué más va a pasar. La verdad es que escribes muy bien, me gusta mucho; ha habido un momento en la estación que me ha venido una vaga imagen de un libro que leí hace tiempo "El espejo en el espejo" de Ende, si no lo has leído, te lo recomiendo; alguna de sus historias no me ha gustado, pero la mayoría son buenísimas.
    Bueno, a lo que iba que me enrrollo como las persianas XD, sigue así y a ver si subes pronto el siguiente capi que mola un montón.
    Besitos y suerte!!! o^^o

    ResponderEliminar
  3. que guayyy! mola un montón! =)
    me gusta como escribes! =)
    un beso y sigue asiii!
    PD: mira! a lo mejor te interesa!
    http://www.microrrelatos-sms.com/
    y mira el mio porfitas! =)
    http://www.microrrelatos-sms.com/stories/3505

    ResponderEliminar

Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^