La estatua de hielo

miércoles, diciembre 01, 2010 Laura.S-P 2 Comments

Una de mis historias para mis Cuentos del Hielo. Es algo larga y pronto terminaré el primer dibujo. Espero que os guste^^


Cuenta la leyenda, que tiempo atrás había un bosque habitado por una hechicera, llamada Iode. El bosque era un lugar inhóspito y agreste y los aldeanos lo temían. Nadie se atrevía a caminar por sus senderos sin compañía. Ni una sola rama era arrancada de sus árboles, ya que los más ancianos sabios advertían que el bosque era el corazón de la propia Iode y aquel que se atreviera a dañarlo perecería bajo el poder de su magia.
Eran pocos los que habían visto a la hechicera y habían vuelto para contarlo. Los testigos comentaban en susurros plagados de temor y admiración que era una mujer muy hermosa: Su cabello era rojizo, llameante como el fuego y su piel pálida como la nieve en primavera. Pero lo más inquietante eran sus ojos, de un verde tan intenso que veían a través del alma.
Un día cuando Iode se bañaba en su estanque favorito oyó como una manada de lobos se acercaban aullando. Perseguían a un joven que llegó a trompicones al borde del estanque y luego cayó inerte. La hechicera salió del agua y llamó a los lobos. Estos le contaron que el joven estaba mal herido, que huía de los suyos y que lo habían perseguido hasta el interior del bosque. La hechicera sintió pena del desconocido y con su voluntad flaqueando sostuvo el rostro del hombre entre sus manos. Era un joven muy hermoso y al abrirse sus ojos levemente Iode pudo ver que eran de un color violeta profundo y su corazón se perdió en ellos.
Así pues la hechicera se apiadó del joven y le llevó a su guarida para cuidar de sus heridas.
Cada día que pasaba el amor de Iode se volvía más fuerte y el bosque se llenaba poco a poco de flores y vida. Pero ella sabía que cuando sus heridas sanaran debía dejarlo marchar.
La despedida fue agridulce ya que el joven declaró que él también la amaba y que volvería por ella. Así, Iode guardó esa promesa muy dentro de su corazón.
Pero los años pasaron y el joven no regresó. Iode esperaba cada día, vagando por el bosque desde el amanecer hasta bien cerrada la noche, pero él no llegaba. Las flores empezaron a marchitarse y el bosque entero se llenó de un color rojo anaranjado, un otoño que no parecía tener fin.
Un día en el estanque en el que se conocieron, la hechicera, desesperada, hechizó a una paloma blanca y la mando en busca del joven. La hechicera vería todo lo que la paloma encontrara desde aquel estanque.
Mas lo que vio no fue lo que la hechicera deseaba. Él ahora vivía en una de las aldeas cercanas al bosque, con una mujer y una niña pequeña.
Se había olvidado de ella.
Las aguas se enturbiaron como el corazón de Iode y en aquel momento todo se volvió negro. El despecho se clavó en el corazón de Iode como un cuchillo, sin compasión alguna. Después llegó la ira, abrasadora y enorme. Entonces prendió llamas el primer árbol.
Siete días y siete noches ardió el bosque bajo la ira de la hechicera, tiñendo el cielo de rojo, como la sangre y violeta como el dolor.
Al octavo día, Iode despertó y la ira se había congelado. Se había convertido en sed de venganza. La hechicera caminó por el bosque ennegrecido por el fuego, tramando su venganza.
Su plan se llevó a cabo con total frialdad. Convirtió el bosque en un lugar donde las estaciones no ejercían su efecto. Dejó que los aldeanos se acercaran al bosque sin sufrir daño alguno, siempre paciente, esperando que la noticia se extendiera el destino lo llevara hasta sus manos.
El día de la venganza no tardó en llegar. La familia llegó bajo una nieve inclemente y tan pronto cruzó la frontera del bosque, la nieve cesó y pronto encontraron un claro cubierto de hermosas flores primaverales.
Apareciendo como de la nada, una bandada de brillantes mariposas rodeó a la niña. Esta, encantada, corrió de un lado al otro del claro persiguiendo a aquellas coloridas criaturas, y cuando las mariposas se internaron en el bosque la niña las siguió.
Los senderos se hacían más oscuros y tenebrosos según la niña se internaba en el bosque. La atmosfera se hacía más espesa, el odio lo llenaba todo y la hechicera vigilaba cuidadosamente a su presa mientras esta se encaminaba a su trampa.
Al llegar al centro del bosque, la niña se lo encontró cubierto por una capa de nieve blanca, tan helada como el corazón de la propia Iode.
La hechicera apareció de entre los árboles, temible, con la mirada helada y sedienta de venganza.
Se acercó a la niña que temblaba de miedo y se encogía tras su osito de juguete.
Iode, con la mano alzada, dispuesta a acabar con la vida de la niña a cambio de su corazón roto, bajó entonces la mirada y se encontró con la mirada asustada de la pequeña.
Sus ojos eran violetas, del mismo color traslucido que el de sus padres.
Al ver aquellos ojos la hechicera volvió a sentir cariño y compasión en su corazón y dándose cuenta de lo que había estado a punto de hacer a una criatura sin culpa alguna bajó la mano. Pero su ira y su venganza clamaban por sangre.
Desesperada, al sentir que su magia se descontrolaba por las emociones opuestas, y pugnando por no herir a la niña, intentó convertirse a sí misma en una estatua para que su ira no pudiera dañar a nadie jamás.
Sin embargo, la magia, que era tan antigua como sabia, esculpió una estatua de hielo a imagen de Iode y allí encerró sus malos sentimientos.
Allí quedó tallada la estatua, en frío hielo y rodeada de nieve y la hechicera pudo liberarse de toda la oscuridad de su corazón.
Y así, la hechicera devolvió la niña a sus padres, viéndola marchar alegre y sonriente, de la mano del primer y único amor de Iode.
Desde aquel día la entrada al bosque no volvió a estar vedada a los aldeanos, ni la hechicera volvió a ser nombrada con temor, si no que ahora los aldeanos buscaban en ella consejo, curas y hechizo. Mas cuando alguien acudía a ella con el corazón llenó de oscuridad y dolor, Iode les guiaba por los senderos más oscuros, hasta el corazón del propio bosque, al claro cubierto de nieve, donde les esperaba, imperturbable, la estatua de hielo. Cualquiera que tocara aquella estatua quedaba al momento liberado de las sombras de su corazón, pues estas quedaban encerradas dentro de la estatua, junto a las de la hechicera.
Así fue durante generaciones, hasta que la vida de la hechicera llegó a su fin y cuando ella expiró su último aliento, el bosque comenzó a marchitarse rápidamente hasta desaparecer. Pues el bosque era el corazón de la bruja y con ella debió de marcharse, aunque dejó atrás un campo de flores, de un violeta intenso y precioso, recuerdo del hombre que siempre tuvo su corazón.

2 comentarios:

  1. Al final tuvo compasión de la niña a pesar de que su padre la había olvidado de manera despiadada, tenía un corazón puro :)
    Besos^^

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Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^