Minihistorias

jueves, noviembre 24, 2011 Laura.S-P 1 Comments


Por ti bajaría a los infiernos y arrancaría las granadas encarnadas de las mismas manos de la esposa de Hades. Yo por ti me creería pájaro, más liviano que la brisa, y abriría por ti mis brazos y daría un paso seguro y firme hacia el vacio, sin temor. Caminaría por la negra furia de un volcán por ti, por llegar a alcanzarte y susurrarte en el oído que ojala fueras mía.
***
Largas son las horas que caen sobre mis hombros, como el polvo dormita sobre los muebles viejos y abandonados. La escarcha helada y la liviana nieve se agolpan en mis desgastados huesos, que han viajado tanto que han visto caer las nubes sobre el suelo y rayos centelleantes subir como deslumbrantes centellas, he presenciado como el dedo de Dios tocaba el mundo y he sentido tanto odio, temor e ira como para desencadenar un millón de guerras. He visto un mundo al revés y lo he visto enderezarse todo de nuevo. Hoy, el día de mi muerte, veré como este, mi mundo, tan cambiante permanecerá imperturbable cuando yo desaparezca.
***
Gime la tela ante el embravecido viento. Ruge el agua ansiosa ante la impaciencia del ocena, acallan los negros truenos los gritos de temor de los hombres. Todo es caótico. Todo es temor. Todo es supervivencia. Una docena de hombres y mujeres contra toda la fuerza de una naturaleza colérica e implacable. Luchamos a brazo partido contra una tormenta que quiere alimentar a los peces con nuestros huesos. Batallamos porque la hora antes del amanecer siempre es la más oscura.
***
El aire es pegajoso, se pega a mis extremidades. Siento un escalofrío que me recorre la espalda. Puedo oír un sonido bajo y ronco, como un gruñido, quizás una risa ahogada. Por el rabillo del ojo presiento un movimiento, pero al volverme solo hay sombras, que bailan al compas de una vela. Otra vez ese sonido, esta vez más cerca, está casi a mi lado. Siento una brisa en mi nuca, que me eriza el vello. No, una brisa no, un aliento, que se siente cálido y huele a podredumbre. Mis piernas tiemblan por el miedo, mis manos están empapadas de sudor, y mis dientes castañean ansiosos en mi boca, pero no soy capaz de moverme. No consigo convencerme a mí mismo de que el miedo es real. Cuando me decido a huir es demasiado tarde. Unas garras negras y frías como el acero se ciernen alrededor de mi cuello y siento como la sangre resbala cálida por mi cuello. Luego la risa resuena en mis oídos y todo se vuelve negro. 

1 comentario:

Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^