Eclipse

lunes, noviembre 16, 2009 Laura.S-P 0 Comments

Nuestros mundos eran tan distintos, que no podían existir al mismo tiempo. Vivíamos separados, por siempre, para siempre, sin posibilidad de cambiarlo. Apenas nos atisbábamos unos instantes en nuestro recorrido. Ella era dorada y hermosa, brillaba sola y potente en su mundo azul y cálido. Mi mundo era oscuro y frío y vivía rodeado de un millar de bellas mujeres, que en cada momento buscaban mi favor. Pero todas eran llamas pálidas, frías e insignificantes, no eran más que simples destellos a la sombra del brillo de mi amada.

Vivimos enamorados desde que el mundo existió y desde entonces vivimos separados. Nadie sabrá jamás de nuestro amor, de nuestras penurias, nuestras sonrisas robadas y nuestras lágrimas acalladas, pues nadie sabrá nunca de nuestro amor. Un amor tan puro, que no conoce el pecado, un amor platónico nacido de la búsqueda de nuestras almas gemelas. El único amor que podremos alguna vez conocer y el único se nos permitirá albergar.

Yo velo sus sueños, iluminando su cálida y sedosa piel, como mi manto níveo y etéreo, y ella calienta los pliegues de mi mundo al alzarse hermosa y triunfante una vez que mi reinado de oscuridad desvanece. Somos la alquimia eterna, lo que siempre sigue, lo que siempre rota. Somos, seremos y fuimos.

Solo una vez, se nos concedió el momento de estar juntos. Fue una sola vez, un instante robado a la eternidad. El camino se detuvo ante nuestro cruce. Su luz creció a mi alrededor, quemándome la piel, mientras mi frío arrancaba de sus rosados labios pequeñas nubes de aliento helado. Nuestras manos se cruzaron y el mundo se volvió negro bajo nuestra luz. Algo tan poderoso no podía existir, así que los astros imperturbables mantuvieron el camino, alejando su cálido tacto de mi de nuevo. Añoré aquel roce de un segundo. Añoré el beso que no ocurrió pero que rozo mis labios en un sueño. Añore la sonrisa que se dibujo en sus labios y luego en sus ojos al mirarme. Lo añoré siempre y rogando a mi pálido harem, desee que por una vez, volviera a ocurrir aquel milagro y poder tocar esta vez sus labios, hechos de cálida luz. Solo una vez, una sola vez más quería dejar abrasar mi piel.

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