El viaje de la lágrima
Perdí una lagrima, en el confín más lejano de la orilla más
antigua de un mar del que olvidé el nombre.
Se deslizó entre los finos granos de diamantes desmigajados
y se abrió camino entre sílice y magma hasta el centro mismo de la Tierra.
Perdida en la cálida inmensidad del corazón del mundo, floto
en la incandescencia hasta que se coló por una grieta y encontró un Océano, vasto y extenso, hecho de un millón de lágrimas perdidas u olvidadas como ella.
La lágrima, mi lágrima, surfeó como espuma en las olas,
resonó calma en un arroyo y se deslizó presta entre los dedos de un peregrino sediento.
Viajó de todas aquellas maneras que solo el agua conoce,
hasta que por puro azar acabó en un charco olvidado que el Sol convirtió en
vapor.
Su alma se volvió nubosa.
Conoció la carcajada del trueno y la ira del rayo. Rozó las
cumbres más altas y llenó de gris las ciudades más recónditas.
Viajó y viajó por el mundo, hasta que un día decidió dejarse
caer, entre un millón de gotas y fue a colarse en mis ojos, pintando mi cara
del gris más aciago cuando te vi marchar.
Se coló en mi, echando raíces en mi corazón que tú dejaste
roto, y cada día que el mundo ahoga, la soledad se come mi parte del desayuno,
la pequeña gota, la pequeña lagrima, me llena con sus historias de lugares
lejanos, me recuerda el Océano en el que vivió hecho de tantas lágrimas
olvidadas, para recordarme, que no estoy sola, que una pequeña parte de mi
siempre será parte del gran gran mundo.
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