Ven a mi

domingo, mayo 24, 2009 Laura.S-P 1 Comments

Puedo oír el viento golpeando las persianas metálicas. Es un viento primaveral furioso, que huele a lluvia, a hierba fresca y a algún retazo cálido de verano. Puedo oler y oír todos esos pequeños matices de ese malhumorado viento, pero no podía verlo. Vivo en un mar oscuro e inmenso, que siempre huele a limpio, demasiado limpio para ser verdad, pero este viento me trae recuerdos de aquella noche, aquella hermosa noche.

El cielo estaba completamente negro, y el sonido de los truenos amenazaban de fondo con tormenta. Entramos en el bar, mis amigos y yo, entre risas y gritos roncos, chispeantes por las copas que nos habíamos bebido ya. El local estaba lleno de humo, y yo lo veía todo ralentizado, como flotando entre cortinas de azul pálido que desaparecían entre mis manos. Ella llegó hasta mí. Me hipnotizó con una sola mirada de sus ojos negros. Era fresca y dulce como una noche de verano. Olía a colonia de marca y champú afrutado. No pude evitar tocarla, deleitarme con la suavidad de sus hombros huesudos y disfrutar con la sonrisa de esos labios pintados de rosa tímido. Sabía a brillo de labios de frambuesa con un toque de vodka.

Salimos del bar. No dijimos nada, nos escabullimos entre la multitud, probándonos en cada esquina, dejando que la ropa no fuera nunca más un estorbo y mordisqueando los pliegues del deseo.
Fuera llovía a cantaros. La lluvia arreciaba con fuerza y los relámpagos cruzaban el cielo como hilos plateados sobre un manto ultramar oscuro. Las luces de las farolas se debilitaban ante el envite de la naturaleza, y los postigos de las puertas ahogaban su chirriar en la inmensidad del trueno. Ella bailaba, dejando que la lluvia empapara su pelo y su ropa, dejándome entrever su cuerpo delgado y firme de bailarina. Sus ojos se desdibujaban entre manchas oscuras de mascara de ojos, su piel brillaba con el tono anaranjado de las faroles, llamándome tentándome. La besé de nuevo, con calma. Sus labios eran un oasis cálido para los míos que deseaban posarse allí para siempre. Sus ojos estaban esperándome cuando cesé mi deseo, negros, profundos y achinados, llenos de recovecos que ya me moría por descubrir, de pasión, de misterio y añoranza de tiempo en que fueron más felices.
Estaba tan absorto en sus ojos que no vi las luces hasta que fue demasiado tarde. No eran las luces plateadas del cielo, tampoco las mustias luces urbanas, eran luces blancas, de neón. Dos luces blancas recortadas por la lluvia, dos faros paralelos que auguraban la tragedia. La empujé a un lado alejando de mí el suave aroma de su cuerpo y el cálido sabor de sus besos. El dolor duró un instante, sólo el instante que tardó mi cabeza en golpearse contra el diabólico borde de la acera, tras ser embestido por el coche. Luego todo empezó a ponerse rojo, y luego intensamente negro. Dejé de sentir mi cuerpo y empecé a flotar en un mar de absoluta negrura al que sólo llegaban sonidos apagados de chillidos, sirenas y voces que se perdían en susurros.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, pueden haber sido horas, minutos o años, no lo sé con certeza. Alguien cierra la ventana y dejó de sentir el viento en mi mano, pero huelo algo mucho más conocido. Colonia de marca y champú afrutado. Una mano suave y pequeña envuelve la mía, con un amor tan tierno como el de una madre. Si pudiera sonreír, ahora mismo lo haría. De mis amigos poco he sabido desde que la noche me engulló, pero la colonia y las manos suaves están allí cada vez que consigo rozar la superficie. Me impulsan, tiran de mi, quieren acercarme a ella, de nuevo sentir sus besos, pero no llego, no alcanzo y vuelvo a caer. Ahí viene de nuevo, la oscuridad vuelve a atraparme, todo se vuelve difuso y oigo unas palabras casi ahogadas entre las lágrimas:
- Ven a mí-
Y mi mano se mueve entre las suyas

1 comentario:

  1. Precioso, me ha encantado =)
    Ahora voy a leer la octava parte del diario^^
    Besos

    ResponderEliminar

Los comentarios me animan mucho a seguir escribiendo, asi que, si os gusta, comentad^^